.Capítulo 18.

16.1K 938 9
                                    

|IZZIE|

Bologna, Venecia, Graz, Viena y Praga habían quedado atrás en cuestión de pocos días. El tiempo se disolvió en segundos, y cuando fui consciente de mi paso por Europa, me encontraba en Múnich. Tantas cosas habían pasado, que apenas podía asimilarlo.

Mel había cantado a toda voz en un paseo en bote en Venecia. También había intentado nadar junto a Alain pero la policía estuvo a punto de llevárselos. Hicimos karaoke más veces de la que podríamos reconocer. Asistimos a fiestas hasta que el sol volvía a aparecer, donde Mel terminaba bailando mientras Alain cantaba, y Darien se dormía sobre mis piernas. Recorrimos kilómetros y kilómetros, intentando mantener despierto al conductor. En los momentos en que Alain manejaba, Mel era la encargada de mantenerlo lúcido, mientras que cuando Darien conducía, yo era quien lo mantenía despierto. A él le gustaban las historias de Clemencia. Le gustaba oír sobre sus padres, sobre la vida de su prima estando casada, y sobre la mía, por más patética que fuese.

Habíamos logrado consolidar una extraña unidad; aun cuando no entendíamos ni la cuarta parte de lo que Alain decía. Solo Mel congeniaba con él, incluso más que Darien, que era con quien vivía desde hacía años. Pero en aquel momento, habíamos llegado al ansiado destino: Múnich.

— ¡Necesito dormir! —exigió Mel ni bien llegamos al hospedaje que habíamos reservado. Y a pesar de que era una optimista de disfrutar el momento, en ese instante estaba demasiado cansada.

Alain y Darien siguieron nuestros pasos, dejando nuestras pertenencias en el suelo. Se dedicaron a husmear el lugar por unos minutos. Mel no perdió el tiempo y se dirigió directamente hacia la habitación para dormir una siesta. Y yo solo me recosté en el sillón, agotada por el viaje. Y aunque tenía hambre, permanecí hecha un bollito.

Vi a Alain arrastrar sus pies hasta la única habitación del hospedaje, y pude oír el preciso instante en que se tiró sobre la cama desocupada. Si yo estaba cansada, no podía imaginar el cansancio de él, quien había sido el conductor desde Regensburg hasta aquí. Todo estaba tan silencioso que ni siquiera Darien se animó a romper con aquella calma. Solo levantó mis pies para sentarse en el sillón, y quedó ahí, desganado y con la mirada perdida.

Cerré mis ojos por lo que pareció un instante, y cuando los abrí, vi a Mel bailar en medio de la sala. Estaba recién bañada y escuchaba música desde sus auriculares. Observaba a través de la ventana la ciudad, y se detuvo precipitadamente cuando me vio despierta. La vi sonreír abiertamente y levantó sus brazos con deseos de gritar, pero recordó los auriculares y cerró su boca con diversión.

— ¡Estamos en Múnich, Iz! —gritó con voz susurrante. Sonreí incorporándome, y reconocí a Darien a mi lado, durmiendo con la cabeza apoyada en el respaldar y sus brazos cruzados. Roncaba muy suavemente, y lo hubiese grabado pero me enfoque en la locura de Mel en ese instante.

— ¡Sí! ¿Qué te parece si me baño y vamos a dar una vuelta? —pregunté, levantándome. Ella asintió con cara de maníaca y sonreí emocionada.

Equipadas con zapatillas, ropa fresca, un mapa y cámara en mano, Mel y yo deambulábamos por la ciudad sin destino alguno. Nos parecía bonita una calle y caminábamos hasta que otro lugar nos llamara la atención. No dejábamos de sacarnos fotos en ningún sitio, y eso significaba que las personas que nos rodeaban nos miraban como bichos raros.

Caminábamos por un concurrido boulevard, bajo el cálido sol y deteniéndonos por cada cosa linda que veíamos. No me alcanzaban los ojos para admirar la belleza que me rodeaba, y ocupaba más tiempo del que debía en sacar fotos de todo; las personas, los edificios, y toda nimiedad que me resultara hermosa. Hasta que mi móvil comenzó a sonar y al ver el número, no tuve más alternativa que responder.

Besos en el cuello |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora