Una tarde ella me volvió a besar, pero ésta vez por mucho más tiempo. Intenté separarme de ella, sus padres llegarían en cualquier momento. Pero lo impidió. Es más, me obligó a posar mis manos en su pequeña cintura y ella las posó en mis mejillas, presionándolas.
La puerta de un auto se escuchó en la parte afuera, pero no le tomé importancia. Y cuando se abrió la puerta de la casa ella gritó. Lo había hecho todo apropósito.
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