CINCO

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Estamos jmuafuera del aeropuerto esperando a mi papá con la camioneta.

Estaba muy tranquila cuando me acordé...

Somos 26 personas incluyendo a mis padres. Mi papá va a traer una camioneta con capacidad de 12 personas. ¿Qué va a pasar con las otras 14?

No lo se. Pero hay que resolverlo.

— Mamá, no vamos a caber todos en la camioneta, recuerda que somos 26.— Mi madre rápidamente cambió su expresión sonriente a una preocupante. Me impresionó mucho la rapidéz de su cambio rotundo de expresiones.

— Ay no— mi madre lo único que supo hacer es preocuparse en vez de resolver. Y como siempre, tengo que ser yo la persona adulta en estos casos.

— Tranquilízate mamá, ya pensaremos en algo— o más bien, quiero decir, ya PENSARÉ en algo.— Muy bien amigos, ¿alguien sabe manejar?

— ¡Ana!

— Tranquila mamá, vamos en preparatoria, debe haber alguien que sepa manejar, ¿no crees?

— Yo, yo se manejar— dijo Isaac haciendome sentir aliviada.— Voy a rentar un auto, no tardo.

Isaac se adentró de nuevo al aeropuerto y se dirigió al lugar donde decía "Autos en renta" obviamente en inglés. Para mi no es tan difícil entender este idioma.

— Oh... bien pensado Ana— mi mamá volvió a su rostro feliz. Y eso me alegra o hubiera comenzado la tercera guerra mundial.

— Gracias— le dije guiñando un ojo y con una gran sonrisa. — Sabes que siempre pienso en algo.

— Mi hija siempre tan modesta.— dice mi madre haciendo sus hojos de huevo cocido.

— Pero así me aman.

— Y cómo no hacerlo— esa voz..

Una voz nada feminista interrumpe la conversación muy divertida entre mi querida madre y yo. Es una voz masculina. Una voz que le pertenece a un chico muy desagradable.

Dylan.

Ese bastardo...

Fue mi novio por mucho tiempo, pero no disfruté nada su compañía. Solo me utilizaba para su conveniencia, me hacía realizar sus tareas y terminaba agotada cada día solo por querer complacerle.

Y no era nada tonto.

Con mis padres era un pan de Dios.

Con mi madre platicaba y le ayudaba a limpiar cuando visitaba nuestra casa. Con mi padre... bueno... quién sabe que tanto hizo con mi padre para que diga que Dylan le cae muy bien.

Conmigo era el peor zángano de todos.

Lo sigue siendo.

Y no deja de joder.

Se preguntarán ¿Qué carajos hace aquí en Londres conmigo y mis amigos? Simple. Mis padres me obligaron.

— Cállate idiota, no hablaba contigo.

Le miré fijamente a sus ojos verdes enfrentandole, pero lo que hizo me enfado aún más. Se rió a carcajadas.

Bufé y mi madre solo nos miraba muy divertida.

— Los dejo solos— dijo con una pequeña sonrisa. Mi madre quiere que regrese con él. Dice que es buen chico y que no entendía la razón por la cual lo dejé. Estoy cansada de repetírselo.

Mi madre, nada tonta, me dejó a mi suerte y se fue con los demás chicos y... ¡Mierda! ahora tendré que lidiar con el idiota de Dylan.

— Perdóname Nena, es solo que me encanta como achicas tu boca cuando te enojas.

— ¡No me llames Nena!

— ¿Ves?— y esa risa que me causa migraña.

— ¡Ya, Dylan!— dije algo molesta... solo un poco.

— Ya ya, tranquila. He venido aquí a hablar contigo— cambió de expresión... talvez si necesita hablar conmigo... pero, ¿de qué?

— Ya te dije muchas veces que no pienso...

— No espero que regreses conmigo Ana.

Oh no.

Me llamó Ana y no Nena como siempre lo hace. Esto va en serio y decido hacerle caso.

— Entonces, ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que quieres?

— Ana. No quiero que te acerques más a Isaac.

— ¿Qué?

— Lo que escuchaste— su tono de voz se volvió más serio de lo común.

— ¿Por qué debería hacerte caso?

— Por que él...- desvió su mirada al cielo. Regresó sus ojos hacía los míos, los cuales estaban abiertos de miedo y suspenso— Ha hecho algo muy malo.

— ¿Y qué es eso tan malo que hizo?

— Él...

Fue interrumpido por Isaac.

— Ya está. Súbanse, yo manejo— antes de irse, Isaac volteó a ver a Dylan con una mirada muy fría y se fue sin decir más.

Dylan me volteó a ver de reojo para después dejarme sola.

¿Qué están ocultando esos dos?

No lo sé. Pero debo averiguarlo.

Cuando La Luz Se Vuelve OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora