VEINTICINCO

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Por suerte, Isaac supo moverse rápido y mi padre no sabía de lo que sucedió o... de lo que iba a suceder.

— ¡Padre!

Papá dio zancadas hacia mi para poder abrazarme.

— Hija... por Dios. Estás bien.

— Lo estoy, no te preocupes- miré detrás suyo para ver si venía alguien más. Me separé de él para verle el rostro — ¿Y mamá?

— Está en una casa. Un anciano amable nos dejó hospedarnos en su mansión.

¿Mansión...?

Isaac seguía en shock por la inesperada llegada de mi papá. Yo sólo me dedicaba a saber sobre mi familia y amigos.

— ¿Todos pudieron caber en esa casa?

— Si, es muy grande para que sólo una pareja de ancianos viva ahí... pero era lo único que teníamos. Ningún hotel tenían los suficientes cuartos para todos.

— ¿Cómo supiste de mí?

— Isaac llamó... — acto seguido volteó a verlo — Gracias por cuidarla — dijo dirigiéndose al sorprendido chico que se encontraba en una esquina del cuarto.

— Su hija es muy importante para mi, señor. Puede contar con eso siempre.

Sonreí a Isaac cuando dijo aquello. Me sonrojé un poco.

— Ya podemos irnos- dijo mi padre interrumpiendo muestras miradas — te dieron de alta. Me encargué. Ya es hora de que regresemos con los demás...

Cuando La Luz Se Vuelve OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora