VEINTIDÓS

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Me quedé en el mismo lugar sorprendida sin saber qué hacer.

¿Me acercaré? ¿Y si el demonio sigue ahí? Pero, ¿y si Isaac es el que está herido?

Tenía un dilema interior.

El frío comenzó a recorrerme. Había olvidado que estaba en medio de la calle a plena oscuridad de la noche.

Me di la vuelta para regresar al hospital dispuesta a dejar en el suelo a Isaac. No quería arriesgarme más, ni quería más engaños o mentiras que me impidieran seguir adelante. Di unos cuantos pasos lléndome.

Me paré en seco a pensar. Recordé que no es culpa suya y recordé la promesa que le hice. Le ayudaría a curarse de su maldición. Yo siempre cumplo mis promesas.

Suspiré y me di media vuelta para ayudar a mi amado porque, eso era, mi amado.

Tomé sus hombros y lo comencé a sacudir logrando... absolutamente nada. No se movió.

No sabía qué hacer. Isaac era muy pesado para mis escuálidos brazos... no es que el fuera gordo... más bien, yo era débil.

Decidí intentar despertarlo de nuevo pero... de una forma diferente. Alcé mi mano, la miré e hice una mueca. "Pronto me arrepentiré de esto" me dije a mí misma.

Cerré mis ojos y sin pensar si quiera, le di una gran cachetada a Isaac.

— ¡Auch!

¡Sí! Isaac despertó al fin.

Cuando La Luz Se Vuelve OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora