Capítulo 11: Ahí está tu beso.

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Me escabulli en la cocina para robar un poco de comida sin que Lupe se diera cuenta, por suerte no apareció y pude llevarme una Coca-Cola y un paquete de masitas Pepas.

   No hace falta decir que corrí hasta mi habitación, en estos momentos me encontraba sentada frente a la pared tomando mi Coca-Cola y comiendo mis Pepas.

   Abrieron la puerta y oculte la pequeña botella y el pequete detrás mío por miedo de que sea Lupe y me regañe. Tenía la regla de que sólo se comía solamente en la mesa o en la cocina.

   Suelto un suspiró al ver a Nathan.

   ―Traba la puerta ―le dije como saludo, volviendo a sacar las cosas.

   ―¿Por qué?

   Levanté la comida.

   ―No quiero que Lupe me regañe por robarle comida y comermela acá ―contesté.

   Rió y negó con la cebeza.

   Me sentía bien, habíamos dejado de discutir con Nathan lo que era un gran avance, había descubrido que cuando se proponía las cosas era bastante amable y divertido. Le costaba admitir que le gustaba más así.

   ―De niño hacia lo mismo ―se sentó frente a mí, le acerqué el paquete de masitas y tomó dos.

   ―¿De niño? ―pregunté en forma de reproche al recordar que había llevado todas esos snaks a su habitación.

   ―Yo no digo lo de tu comida si tu no dices lo de la mía.

   ―Trató.

   ―Me debes un beso, Stone ―me recordó.

   ―Callate  ¿No notas que estoy comiendo? Me harás vomitar.

   Se inclinó hacia mi y cerró los ojos haciendo trompa con su labios, lo cual me hizo reír.

   ―Tarado ―le dije todavia riendo mientras negaba con la cabeza y me llevaba una masita a la boca. Abrió un ojo y sonrió, apoyó la espalda en la cama.

   ―Quiero mi beso ―hizo un puchero mientras fruncia el ceño.

   ―Y yo quiero ir a París mañana, pero bueno, no todo se consigue en la vida.

   ―Eso no tiene nada que ver con esto,
Stone.

   ―La vida es cruel, querido.

   ―Te odio.

   ―Yo más.

   Me sacó la lengua como un niño pequeño.

   ―Eres un infantil.

   ―Y tu una gruñona.

   ―Lloras con El Lorax.

   ―No tienes sentimientos.

   ―Si los tengo.

   ―No los tienes.

   ―Que si.

   ―Que no.

   ―Que si.

   ―Que no.

   No se en que momento fue en el que cada vez nos acercamos cada vez más hasta quedar a centímetros.

   No se en que momento lo besé y me siguió.

   No se en que momento termine sentada arriba se él con mis piernas rodando su cintura, mis manos entrelazadas en su nuca, mi corazón cada vez más acelerado y mi respiración más irregular.

Enemigo a la vista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora