Capítulo 14: Adivinanza.

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Comencé a acomodar varios mechones de su cabello.

   ―¿Quieres contarme? ―pregunté, sin dejar los mechones.

   ―No ―susurró―. Solo quiero dormir y no despertar hasta que esto pase.

   ―No eres una cobarde para hacer eso.

   ―Entonces dormiré hasta donde llegue.

   Minutos después escuché como su respiración se regulaba, lo cual me indicaba que habia quedado totalmente dormida.

   En la completa soledad las preguntas surgieron. ¿Quién era ella? ¿De quién hablaba?

   Volví a dormirme sin encontrar las respuestas a mis preguntas, preguntas que solo encontrarían las respuestas en Natalia.

Nat's P.O.V.

Estaba en la terraza, mirando la casa que se alzaba a mis pies, mientras el viento me pegaba en el rostro y movía mi cabello, el sol estaba saliendo y el cielo se tornaba de un color rosado.

   Escuché unos pasos, no quité mi vista de la casa. Sabía quien era perfectamente, se sentó a mi lado.

   ―¿Cómo estás? ―preguntó, me encogi de hombros.

   Estando aquí había tomado algunas decisiones, una de ellas era no llorar cada vez que la recordará, sino sonreír. Otra de ellas era que me quedaría como niñera aunque empezará el colegio, no podía dejar a Delfina, a Lupe... ya eran personas de mi vida diaria y me rompería el corazón dejarlas, la cual no estaba muy segura de aceptar era mi sentimiento hacia una persona un poco peculiar, al verlo debajo mío, con su rostro que transmitía una profunda tranquilidad, sentí algo, algo que nunca había sentido, una sensación un poco rara. Y aunque tenía una leve sospecha de que se trataba la ocultaria hasta saber si era o no lo que pensaba.

   ―Mejor ―contesté.

   ―¿Segura no quieres contarme? ―preguntó, sabía que me miraba pero eso no quería decir que yo le tuviera que devolver la mirada.

   ―No, lo siento.

   Me levanté como siempre lo hacía, tratando de huir pero él lo impidió agarrando mi muñeca y dándome vuelta con fuerza, caí prácticamente en sus brazos, mis manos en sus hombros, una mano de él en mi cintura y la otra en mi muñeca los suyos en mi cintura.

   Se acercó y me besó.

   Un beso prácticamente desesperado, trataba de seguirle el ritmo como podía, sabía a chocolate, lo cuál casi me hizo reír, poco a poco logre disminuir el beso hasta quedar a unos milímetros de distancia, nuestras narices se tocaban, su ojos mostraban determinación.

   ―Quiero estar contigo Natalia ―susurró, soltó el agarre de mi muñeca y colocó ambas en mi cintura.

   ―¿Y qué te hace pensar que yo quiero estar con un chico que me jugó miles de bromas, que me hace enojar todos los días y sobre todo, que me tendió su hombro cuando lo necesitaba?

   Sonrió.

   ―No tan rápido, querido, tendrás que resolver algo antes.

   ―¿Qué cosa?

   ―Una adivinanza, si ganas soy toda tuya.

   ―¿Es broma no es cierto? ―preguntó incrédulo.

   ―¿Acaso el gran Nathan Jones se rinde sin comenzar? ―lo desafie, sabía que era imposible que se negará. Nathan era bastante orgulloso.

   ―Claro que no. Dime como es la adivinanza y sabré la respuesta en menos de un día ―contestó seguro de si mismo.

Enemigo a la vista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora