A la mañana siguiente, América apagó el despertador. Otro día más de universidad y sufrimiento. Ni siquiera se despidió de su amiga. Sólo tomó su mochila, una manzana y fue a esperar el autobús.
Apenas salió de su departamento, vio el auto de Josh afuera. Esperándola.
¿Qué hacía estacionado a las ocho de la mañana en su hogar?
Lo vio bajar del auto y acercarse a ella, pero sólo comenzó a caminar hacia la parada de autobuses. No quería hablarle; no había olvidado el día de ayer.
-América, ¿puedes escucharme dos minutos?- rogó él mientras la seguía por la calle.
-No. Vete, Joshua. Ya pasó.
-No, no pasó. Te lo expliqué todo en los mensajes. ¿Por qué no los viste?
La había colmado. Se dio vuelta y lo encaró.
-¿Acaso eres idiota? ¿Sabes cómo me sentí? Todo mundo te miraba y fue horrible saber que cualquiera de ellas reemplazó mi lugar fácilmente. Me hiciste quedar como una estúpida, no lo puedo creer.
Josh sonrió.
-¿Qué tanto sonríes? ¿Te parece divertido? Porque a mí no, en absoluto.
-Nadie reemplazó tu lugar. Con la que seguro me viste hablando era con mi hermana, Abigail. Me la crucé por casualidad y le conté que estaba contigo y se emocionó.
América se sintió realmente tonta en ese momento, pero tampoco sabía si creerle del todo. Podía ser muy bueno con las mentiras.
-¿Me parece a mí o estabas celosa?
-Para nada. Me pareció de mala educación que estuvieras con otra- dijo con las mejillas algo coloradas.
-Como digas- dijo aún con una sonrisa estúpida-, ¿quieres que te lleve?
-No. Puedo ir caminando.
-América, déjame ayudarte.
-Suficientes idioteces has hecho, ¿no te parece?
-Sé que soy un idiota, lo sé y lo acepto. Pero no te enojes conmigo- dijo haciendo puchero.
Obviamente, ella no pudo resistirlo. Era muy lindo, aunque no quisiera aceptarlo.
-No estoy enojada. De acuerdo, vamos.
Josh sonrió y fue hasta el auto para abrirle la puerta del copiloto. Luego subió él.
-¿Podemos salir de nuevo mañana?- preguntó él.
América notó que nunca usaban la palabra "cita". Ninguno sabía por qué.
-A un lugar donde no haya gente, por favor- respondió ella-; en serio me sentí mal, Joshua.
-Aún no entiendo por qué.
-No notas cómo te ven las demás chicas. Fue horrible, al menos para mí. Me sentí tan fe-
La interrumpió.
-Ni te atrevas a compararte con ellas. Eres tan hermosa como cualquiera.
Ella prefirió no decir nada. Miró por la ventanilla y no pudo evitar una sonrisa.
Qué fácil era caer por los bateristas.
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Enamoré a Joshua Dun.
Roman d'amourEl típico chico mujeriego, la típica chica buena, pero no la típica historia. Así se enamoró América Coxon de uno de los peores galanes que conoció en sus 21 años de vida.