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La kwami experimental Tikki miró con malos ojos como Marinette se centraba más en Adrien que en ella misma. Sus pendientes mostraban claramente que solo le quedaban tres puntos y en todo ese tiempo ella se había centrado tan poco en progresar en si misma, que ya se temía lo peor. Pero no podía culparla ni regañarla cada vez que la veía feliz con el rubio. Había hecho un esfuerzo admirable por intentar volver a estar con él. Movió cielo y tierra, hablo con los padres para volver a estar juntos y cuando lo logro, estaba tan condicionada por el padre de Adrien que cualquier otro hubiera dicho que no.

Pero ella se quedó y se esforzaba por progresar con él.

Un esfuerzo que cualquier otro no hubiera intentado.

Eso no quitaba que tuviera que pensar en ella. Debía pensar en su mismo futuro cambiado con Tikki a su lado. Podría estudiar y trabajar con el maestro para que aquellos que sufrieran por ser "Sin "Kwami" no recibieran más burlas. Enseñar que con esfuerzo, empeño y valor se podían alcanzar las metas que una persona se ponía a si misma, sin importar el don de los demás menos para compartir, de forma amitosa y no competitiva, nuevos puntos para seguir progresando.

- Adrien, cada vez dudo menos que tu don sea el piano. ¿Por qué no lo desarrollaste?

- Mi padre quería que siguiera la misma rama que la de mi madre y suya- confesó tras un silencio bastante incómodo- Mi madre tocaba de maravilla, aun debe de estar el piano cogiendo polvo en alguna parte- tanto Marinette como Tikki notaron ese tono de nostalgia.- Ella tocaba el piano de maravilla. ¿Puede uno tener más de un talento o don?

- ¡Claro que si! Si soy una experimental, ¿por qué no?

A pesar de la convicción con la que lo dijo, Marinette supo al instante que esa kwami escondía algo. Adrien crujió sus dedos y cerró la tapa del piano de la casa de Marinette antes de levantarse y subir hasta su habitación. Ella lo usaba de modelo, pero cada vez era menor la cantidad de veces en las que la chica estaba haciendo las prendas para mejorar esa inclinación a la moda que tenía. Solo al ver que tan bien le quedaba los conjuntos que le había hecho, Tikki suspiro tranquila. Antes de marcharse, comieron unos pastelillos de Pann, a lo que Natalie y su kwami también aprovecharon al no estar su estricto jefe mirando. 

- No te puedo decir nada hasta que tengas por completo tu don- repitió para decepción de Marinette- pero estamos cada vez más cerca. ¿No ves tu brazo más rojo? Eso es que en tu brazo se esta empezando a grabar tu algo especial y tienes que esforzarte más para que salga

- ¿Y Adrien?

- A él no le he visto el brazo más rojo- le reconoció ella finalmente

- Le ayudaré igualmente, no puedo dejarle que se quede sin kwami... Adrien podría ser un gran pianista, estoy segura. Le gusta y le recuerda tanto a su madre...

Al día siguiente, Marinette tuvo que ir a la casa de su amigo. En esa, ambos se dedicaron a buscar el piano de la señora Agreste, pero no lograron encontrarlo, para decepción de ambos. Él repetía que si, debía haber uno, pues se acordaba de las canciones de su madre. Natalie desveló el misterio diciendo que lo tiró nada más irse la señora de la casa. Marinette no se dio por perdida y decidió buscar en el ordenador precios de pequeños teclados, buscando el más barato y discreto pero que dejara al rubio alcanzar esa ansiada meta. Adrien no estaba muy seguro, pero al ver el empeño y la fé que tenía Dupain-Cheng en él, lo hizo pero poniendo la calle de Marinette. Ya lo justificaría como regalo para su amiga por alguna excusa barata. Decidieron terminar la tarde entre juegos en la gran habitación de Agreste.

- ¿Estas bien?- a la vuelta, se fijo en la pequeña que estaba llorando en el parque cerca de la puerta de su casa

- Me he perdido- dijo entre sonoros sollozos

Marinette no se lo pensó dos veces y decidió ayudarla a buscar a su madre. Durante esa busqueda, se dio cuenta que la niña también era un sin kwami y por eso la gente no la socorría. A diferencia de todos esos, ella tenía corazón y la ayudaría a buscarla. Finalmente encontró a la madre bastante despreocupada con el teléfono, atendiendo lo que parecía una llamada mucho más importante que su hija. Sacó fuerzas de donde podía para poder encararse a esa madre.

- Señora, por mucho que su hija todavía no tenga el kwami, debería protegerla de los males- la señora iba a replicar cuando Marinette la hizo parar alzando la mano- No debería ser la más sin corazón de ellos. Ayudela con amor y no indiferencia. Buenas tardes. ¡Adios pequeña!

La señora quedó totalmente petrificada ante sus palabras y la niña la despedía con la mano. Tikki se sintió totalmente orgullosa de ella, pues nadie solía hacer eso por alguien como ellos.

Solían ser los otros.

Nada más llegar a la tarde, Tikki se fijo en el antebrazo de Marinette, cada vez estaba más rojo y aquello ya preocupaba a los padres. Pero ella se veía totalmente bien, sonriente y orgullosa por su buena acción.

Hasta que simplemente se desmayó una vez más.

Solo que esa vez, Tikki estaba sonriendo.

La Sin KwamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora