Dolor

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Marinette se encerró en su cuarto, sin querer discutir del tema con sus padres. Con todo lo que había visto y vivido, le daba igual la falta del colegio o que actitud tendrían sus padres. Esos violentos sentimientos (impotencia, rabia, indignación y odio) golpeaban muy fuerte su pecho, y tenía unas locas ganas de ir a la casa de Adrien para dar la cara y enfrentarse al señor Agreste. Podía ser una sin kwami, pero sabía que tenía ese ferviente deseo de luchar contra esa injusticia, hacer frente a la intolerancia de Gabriel Agreste y luchar por su libertad. Esa Marinette que se había resistido a salir por el miedo de ser una sin kwami estaba aflorando y dejando escapar una personalidad que creía que nunca tendría.

- Mama- llamó a Sabine, quien de la sorpresa casi se le caía el plato si no hubiera sido por su kwami- tengo que ir a ayudar a Adrien

- Hija, no busques problemas con los Agreste, por favor. Son gente muy...

- ¡Me da igual!- era la primera vez en su vida que su hija hablaba así, decidida- ¡Tengo que ayudar a mi amigo!

Con una mezcla de orgullo y miedo, vio salir a su hija. Ella andaba decidida, sin escuchar o pararse a tener miedo por los murmullos cuando pasaba al lado de aquella gente. Su cabeza estaba cien por cien con el problema de Adrien. El resto del mundo podía derretirse o lo que fuera, ella solo tenía ese objetivo en su mente. El primer obstáculo de la casa de su amigo fueron dos seguratas en frente. Pudo reconocerlos por haber estado antes detrás de ellos dos. Respiró profundo y sin importar que llamaran su atención, tocó el timbre. Una lente salió a grabarla, y sería, se presentó y repitió ante las negativas de la secretaria, que quería ver a Adrien y a su padre. Ante la insistencia, no le quedó otra que abrirle la puerta. Intentó mostrarse seria aun viendo a su amigo y a su padre delante de ella. Gabriel estaba completamente serio, mientras que Adrien intentaba no mostrar esa tristeza que no le caracterizaba en absoluto. No pudo evitar mirar un cuadro enorme en frente suyo. Pudo entender varias cosas.

- Señor Agreste, soy Marinette y soy amiga de Adrien- intentó presentarse de la forma más correcta

- La sin kwami Dupain-Cheng- corrigió él con una actitud que le pareció totalmente inapropiado para alguien adulto- Vayase. No tengo nada que hablar con usted

- ¡Tendrá que escucharme!- elevó su voz por accidente. Sabía que empezar a gritar no era la solución, pero no podía dejarlo marchar- ¡Tiene que dejar a Adrien libre!

- Mi hijo no esta prisionero. Solo esta bajo mi cuidado y mis normas. Usted sabe mejor que nadie porque no puedo dejar que vaya a la calle en su condición. Mejor olvídese de mi hijo

- Por mucho que este mundo sea cruel, es hermoso y Adrien tiene que verlo. No por una ventana o pantalla. Debe conocerlo todo- quería que sus palabras le llegaran, que cambiara de opinión, pero parecía que no llegaban. Sentía que el pecho le iba a estallar de todo aquel coraje. Su brazo empezaba a quemar, pero le daba igual. Daba a ese dolor por apretar tanto el puño- deje que vaya a la escuela, que se relacione y que sea él quien tome sus decisiones. Estoy segura que hubiera podido sacar ese don o lo que fuera si usted no hubiera sido el primero en darle la espalda al ver que nacía sin frase. ¡Es su padre, compórtese como tal! Tiene derecho a ser un chico normal, a no vivir encerrado en esta jaula de oro que le hizo.

Marinette se iba calentando, inexplicablemente ya no medía las cosas que decía, simplemente escapaban de su boca. Por fin el padre mostraba ese enfado natural aunque su kwami intentara calmarlo. Por su cara, sabía que estaba de acuerdo, pero no se atrevía a lucahr. Algo totalmente comprensible.

- Insolente, escuche atentamente

Marinette no pudo escucharlo. Se llevó la mano al brazo y, como si hubieran apretado dentro de ella un botón, sus ojos se pusieron en blanco y cayó desmayada en el suelo, sorprendiendo a los dos presentes. Natalie, la secretaria, no tardó en llamar al médico.

La Sin KwamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora