DOMINGO 1

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Mi madre. Es la primera persona que veo cada mañana. Ésta es la realidad. No uso despertador ¿Para qué? Tengo una madre que me despierta dulcemente y me anima a que me levante para empezar un nuevo día en el instituto. Excepto los fines de semana. Esos dos días hago más o menos lo que me da la gana.

Y ese domingo, un domingo cualquiera me desperté, extrañamente, demasiado temprano. Cogí mi móvil, el reloj marcaba las 10:30. Sí, lo sé. Es demasiado temprano para alguien que llega a dormir hasta las 12, como mínimo. No sé por qué ayer se me antojó ir a dormir temprano. Perdón, lo recuerdo. Quiero que estas ojeras, con las que parezco un mapache se vayan. Y no funciona. El finde que viene podré trasnochar.

Eran las 11 y me encontraba fuera de casa. Como estaba todo en silencio y no sabía qué hacer, salí. Y por mi asombro, mi perro iba junto a mí. Normalmente pasábamos el uno del otro. Ya que estábamos los dos en la calle, paseamos. Bruu (se llama así mi perro, mi hermana tiene una gran originalidad. Bruu es un nombre muy chic, todo chorradas) me enseñó el paseo que hacía con su ama más chic que yo.

Se paró en un parque. Esperó. Esperé. Nuestra relación nunca iba a funcionar, no había comunicación. Me miró, lo miré. Miré a mí alrededor. Había otros perros corriendo por ahí. Le solté. En cero comas salió corriendo. Era su objetivo. Y yo no entendía de perros. Me senté en un banco. Y subí el volumen de la música. Ella y yo teníamos una genial relación, se podía decir que me entendía.

En momentos de mi vida suelo meterme dentro de mí, con ésto me refiero a que pienso en cosas. Una pregunta me lleva a la otra y todo empieza. Es un círculo vicioso. Algunos tienen tabaco, drogas, yo pienso. A veces es peor que las drogas, nunca puedes deshacerte de tu mente. Alguien me quitó el auricular... probablemente eso fuese mi auricular izquierdo, estaba demasiado cansada para pensar.

- ¿Pero de qué vas? - Fue mi primera reacción a ese acto que me molestó.

- Voy de lo que me da la gana. Ahora vete. - Su voz era algo ronca y al mezclarse con el sonido de la música que me llegaba por el otro auricular, era algo difusa.

- Tú...-Le apunté con el dedo para darle miedo. Pero en realidad, él daba miedo. Bueno, intimidaba, su presencia imponía. - ¿Niño qué te has creído?

Apartó mi dedo de manera brusca y me pregunté que debía pasarle para que actuase de esa forma. Me había hecho daño, pero hice como si nada.

- Estás en mi banco. Sal de aquí.- Paré un momento la música para escucharle.

- Perdona, ni que este banco fuese de tu propiedad.

- Mira niñata no sabes de lo que estás hablando. Mejor lárgate a otro sitio.

- ¿Es que acaso pone tu nombre? – Con esa pregunta lo había enganchado, no tendría respuesta o eso pensaba yo.

El tío puso un pie encima del banco. La chupa de cuero le debía subir los humos porque no entendía cómo podía haber alguien con esos aires de superioridad. Vaya carácter, aunque en parte me recordaba a mi hermana, harían una buena pareja. Ojalá se le encendiera el cigarro que llevaba en la oreja y le quemara el pelo negro el cual era demasiado color azabache para ser real, según el sol le hacía mechas de color azul marino, se veía sedoso y daban ganas de tocarlo. Encima de creído, teñido ¿Algo más?

- Levanta el culo. -Me lo quedé mirando ¿De qué coño iba? Me dio unos golpecitos con la punta de su bota. Suerte que me gustaban sus botas que si no le doy una torta. Estaba desesperado, me miró y puso los ojos en blanco. A partir de aquel momento me trato como una tonta. – Vamos, encima de estúpida, lenta. Levántate y verás cómo es mío.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora