DOMINGO 18

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-El otro domingo me preguntaste acerca del Alex de todos los días de la semana.- Asentí.- No te dije que hacía porque no es interesante, es más bien aburrido.

-¿Por qué?- Sentía curiosidad, ¿Cómo podía ser aburrido? ¿Por qué me lo contaba ahora?

-¿Por qué son aburridas mis semanas? Menos los domingos,...

-¿Por qué todo, por qué me lo cuentas ahora y no el otro día?- Se encogió de hombros.- ¿Y por qué eres aburrido?

-¿Qué tiene de emocionante ser camarero, que emoción tiene ir de casa a un bar, cómo puede ser emocionante un vida que siempre es igual? Una simple monotonía casi semanal, el único día que se salva es el domingo.- Forzó una sonrisa. Empezaba a hacer frío, me hice más ovillo de lo habitual. Se dio cuenta, pero no dijo nada- ¿Qué tienen de emocionante la Navidad, Halloween, Pascua y todo este tipo de fiestas? La respuesta es que no son como los otros días, se salen de la línea monótona de las semanas...

-¿A sí son los domingos para ti? Como una Navidad, ¿a éste nivel los has puesto?

-Son incluso mejores.- Me guiñó un ojo, forcé una sonrisa que pareció no darse cuenta. Quizá si lo había hecho, quizá si se había dado cuenta de que no sabía cómo estar ahí sin decirle nada. La gran pregunta me comía por dentro y la culpa. ¿Qué había hecho? Realmente había salvado a alguien o solo lo estaba empujando hacia un abismo, que parecía no tener salida. Suspiré.

-¿Alex?- No respondió, pero fue como si lo hubiese hecho. Decidí... No tenía la suficiente fuerza para preguntárselo.- Al final no conseguiste el parque. Eso quiere decir que no tendremos una cita.

-Sabes que eso no será verdad, sabes que, si ahora mismo te dijera de ir un día a cenar, bueno solo los domingos porque los otros días trabajo. Seguro que me dirías que sí. Todavía está mi plan pendiente. - Sonreí, probablemente tenía razón. Mi sonrisa sí que fue sincera, por ésta vez.- Pero tranquila, que no lo haré. Sé que no quieres.

-Bueno, a ver, tampoco es que no quiera. Las cosas han cambiado,- Lo vi sonreír.- ¿Tú crees que funcionaría? ¿Tú crees que el Alex y la Callie de fuera de este banco se llevarían bien?

-¿La Callie de fuera del parque es diferente a la de dentro? La Callie que estoy viendo aquí, quizá sí que es un poco diferente a la de su casa. A lo mejor mi Callie del banco no habría llorado, pero mi Callie de su casa si lo hizo. Pero sabes qué, tampoco me importó, llega un momento que la Callie de allí o de aquí o de donde sea, sigue siendo la misma Callie. Y sé que la querré pase lo que pase.- Se me hizo un nudo en la garganta, había dicho mi Callie demasiadas veces. Tuve que tomarme un tiempo para poder seguir. Y quizá, entonces, decidí hacer una pregunta a medio camino de la gran pregunta.

-¿Aunque solo traiga cosas malas a tu vida?- Asintió. Sonreí.

-No creo que alguien como tú pueda aportarme cosas malas a alguien como yo.- Cada palabra se me iba clavando una a una, lentamente y más al fondo. El dolor no parecía irse nunca, ¿Me sentiría así cada vez que lo viese? Tendría que dejar a un lado mis sentimientos. Si quería seguir viéndolo sin sentir nada tendría que hacer, quizá, olvidar todo lo que sentía porque dentro de mí había algo que me decía que mentía.

-¿Alex? ¿Qué clase de música te gusta?- Pensó, se estuvo mucho tiempo pensando. Por un momento pensé que no me había escuchado. Quizá se lo tendría que repetir o quizá estaba en uno de esos momentos en que ambos necesitábamos tan a menudo. Ahilarse del mundo a veces ayudaba, la soledad servía para reflexionar, el silencio servía para ello. Pasaron los minutos, siguió sin contestar.

El tiempo pasó, entonces por un momento lo entendí, no me preocupé si pasaba el tiempo, en qué me esperaba el mañana, en qué pasaría dentro de doscientos mil minutos. Tan solo pensé en ese momento, miré alrededor. Había cientos de perros corriendo por los alrededores, pero ninguno era Bruu. Dani y él ya no paseaban por ese parque, al principio no lo entendía, después descubrí que mi hermana había conocido un chico con una perra y que ambos se habían enamorado. Realmente era una historia de amor, a cuatro bandas ¿Pero los perros podían enamorarse? No sabía si realmente en un momento de sus vidas sentirían lo mismo que nosotros sentimos.

Entonces, ¿yo que sentía hacia Alex? No sabía si podría llegar a enamorarme de alguien como él. O quizá pensaba que no lo podría hacer porque ya lo había hecho, pero después, la pregunta era si alguien podía llegarse a enamorar de alguien tan como él. Yo sentía ganas de vivir, tan solo quería entenderle. No sabía si algún día podría llegar a hacerlo. Solo esperaba que su llama ya apagada, no se llevase la mía. Tan solo que se volviera a encender conmigo. Volví en mí y lo admiré allí sentado, él también me observaba. Sus ojos verdes, ... Por un momento, por tan solo una milésima de segundo visualice algo de esperanza. ¿Cuál es la posibilidad de ver un comenta en el cielo? Quizá era la misma probabilidad de ver felicidad en esos ojos. Sabía que tenía que hacer algo. Quizá podría hablar con su madre, la idea era ir sin que él lo supiese. Obviamente. Entonces, después de unos minutos, de un tiempo corto decidió contestarme.

-Querida Callie, ¿Me concedería una cita? El próximo domingo.- Me mordí el labio, no era la respuesta que buscaba. Pero sonreí y asentí. Se levantó de golpe. -Genial Callie Martins, la vendré a buscar al parque en el mismo sitio y a la misma hora.- Y empezó a irse.

-¿Pero a dónde vamos?- Le vi sonreír, a pesar de que no estaba muy cerca, le vi sonreír. Realmente tenía una sonrisa muy bonita que se podía ver desde lejos.

-Ya lo verás, tenga paciencia. Le debo todavía mi plan del tercer mes de nada. Y aunque haya pasado casi un mes entero, vamos a celebrar los cuatro.

Atentamente, tu Alex || en corrección ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora