Mi madre llamó a la puerta. Era domingo. No era normal que me despertara. Miré mi móvil. Eran las 10:30. Genial. Una hora y media de sueño perdida.
-Tu hermana no se encuentra bien. Ve a pasear a Bruu. - Y esa frase fue la que me mejoró el domingo. Porque no había nada mejor que despertarme un domingo a las 10:30 para pasear el perro.
-Bruu es suyo. - Lo dije como pude, balbuceando a causa del sueño.
-Tú tienes peces y los limpio yo. - Hacía como tres años que mi abuela me había regalado unos peces y por pura rareza, seguían vivos.
-Touché. - No hay nada mejor que ser madre. Poder hacer este tipo de cosas. Pillar a tus hijos cuando contraatacan. Saber todas sus estrategias.
Estaba en el banco sentado. Parecía esperando. Cuando me vio ni se inmutó. Me acerqué. Bruu ya había salido corriendo con los otros perros. Aunque no hubiese perros, seguro que huía de mi lado.
- ¿Vuelve a ser tuyo? - Asintió. Miré el banco, realmente no era nada del otro mundo. De color blanco y en una esquina había unas letras negras que volvían a decir: <<este banco pertenece a Alex>>, pero las letras parecían cansadas, como si estuvieran obligadas a estar allí.
-Puedes sentarte. -Lo hice. Era una situación un poco fría.
-Ayer te vi por mi casa. - Medio sonrió. Encendió un cigarro.
-Estaba fumando. - No era precisamente la respuesta que esperaba.
- ¿En mi casa? - Me tiró todo el humo en la cara.
-Solo inspíralo. Verás que bien te sienta. - Y sin quererlo, lo hice.
- ¿Voy a apestar a tabaco cada domingo?
- ¿Vas a pasarte cada domingo por aquí? ¿A sentarte?
- ¿Me dejas? - No sabía porque tenía que pedirle permiso para sentarme en un banco, pero el caso es que lo hice.
- ¿Vendrás? - Esa pregunta me alegró un poco la mañana.
- ¿Podré poner mi nombre al banco también? - Y me salió solo porque realmente quería ponerlo allí, formar parte de todo aquello a pesar de que fuera entre dos personas.
Pensó. Me miró. Un rápido repaso. Una sudadera azul claro extremadamente suave. Unos tejanos negros rotos por las rodillas. Unas bambas negras. Por lo que a él respectaba: una chupa, una camisa roja, camiseta blanca y de abajo íbamos igual. Se tocó el pelo negro.
-Con una condición. - Lo miré, se tomó su tiempo para hablar, su vez era algo extraña. Habla secamente, como si no le importara lo más mínimo lo que la gente pudiese pensar de él o sentir. Pero había algo en ello que era dulce, que me gustaba.
- ¿Cual?
-Te quitarás las lentillas que llevas puestas. - Y casi allí mismo me cogió un ataque de ansiedad porque realmente era un secreto que tenía guardado, muy bien guardado. Y no paraba de decirlo en voz alta
- ¿Cómo sabes que...- No terminé la frase esperé a que él me cortase.
- ¿Qué llevas lentillas? - Asentí. - Todo el mundo sabe que tu hermana es rubia natural. Tú y ella sois hermanas.
-No todos los hermanos se parecen en cuanto a cabello y ojos, de hecho...- No sé por qué intentaba excusarme, lo sabía y nada iba hacerle cambiar de parecer.
-Mellizas, sois hermanas mellizas. Como dos gotas de aguas. - Me cogió un mechón negro, me lo puso detrás de la oreja. Se fijó en mis ojos. Y me congelé, por un momento me olvidé de cómo respirar. - ¿Por qué este cambio? ¿Por qué los ojos? Ese azul es muy bonito.
- ¿Y qué hay de ti? Tú tampoco tienes los ojos así. - Contraatacar, esa era mi única defensa, el último recurso que me quedaba.
- ¿Cómo sabes que...- ¿Dejarlo sin que decir, eso era como una pequeña victoria?
-Cuando llevas lentillas entiendes sobre el tema. Eres capaz de detectarlas a millas de distancia.
-Seguro. - Se rio. Sonreí. Abrí la boca, quería decirle algo, hacerme notar en esa relación. Si es que se podía llamar así. Pero se me adelantó- Son verdes. – Me miró, quizá no era lo que le iba a preguntar, pero al fin y al cabo sabía dónde quería llegar y era saber su color de ojos. - Ya sabes, es fácil saber lo que vas a decir.
- ¿Tanto me conoces? - Negó con la cabeza.
-No. Pensaba que me corregirías. De hecho, pensaba que me dirías que no eres predecible, que eres diferente a las demás. Que no eres una chica más, pero sí.
-Ajá ¡Te he enganchado! Lo ves, ahora sí que no soy como las otras porque te pensabas que te corregiría y te replicaría, pero no. Soy más digna que todo eso. No soy predecible.
-Eso es que lo ibas a hacer. Sabía que si te llevaba por ese camino tu actitud sería esa, es un poco de niña pequeña, pero bueno. Tengo que admitir que me has enganchado, aunque sea solo una vez - Se rio aún más. Bonita sonrisa señor Hudson. En parte sabía que mentía, que todo lo había hecho aposta, daba miedo que lo tuviese todo tan controlado. - Disfruta de tu victoria mientras dure.
Una sonrisa. Una mirada. Silencio. No era un silencio incómodo. Solo silencio. El silencio era música. Respiré hondo. Alex me miró.
- ¿Y ese suspiro? -Se tomaba su tiempo para hablar, pero todo lo que decía sonaba sabio, me tranquilizaba.
- ¿Y eso de fumar?
- ¿Y eso de preguntar? - Quien hiciera la mejor pregunta ganaba.
- ¿Y eso de interrumpir?
- ¿Y ese David? - Y como no, él era el rey de las preguntas.
Lo miré. Se había acabado la ronda de preguntas. Su objetivo había sido llegar hasta allí. A esa pregunta. Era predecible. Era fácil saber cómo reaccionaría la gente, siempre lo hacían igual, todo el mundo ¿Cómo podía haber fallado tantas veces entonces?
-Amigos con derecho. Algo así. Es mi mejor amigo. -No me miró, no hizo ningún comentario y me alegré ¿Podía ser que me comprendiese?
Le di un golpecito en el hombro. Hombro contra hombro. Sudadera contra chaqueta. Rutina contra espontaneidad. Vitalidad contra mortalidad ¿Quién era quién?
-Yo por eso no tengo mejores amigas. Lo encuentro estúpido, con perdón. - Asentí. Estaba perdonado. Podía creer lo que quisiera. Estaba en su derecho. - Confiar demasiadas personas, memorias, recuerdos en una sola. Eso es una bomba de relojería. El día que explote va a hacer daño. - Y acabó la frase diferente que otras veces, dolido, dolido como nunca antes le había oído decir algo. No creía haber oído una voz tan dolida.
-Interesante ¿Qué haces entonces? - Una pregunta por obligación, por educación. Probablemente por eso. No sabía si realmente me interesaba o no lo que iba a decir.
-Soy un capullo que va de flor en flor.
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Atentamente, tu Alex || en corrección ||
Truyện NgắnCallie Martins, una chica con amigos que vivía bajo la sombra de su hermana. Solo necesitaba una fuga de escape. Alex Hudson, un chico sin amigos que vivía en un mundo lleno de conocidos. Solo necesitaba... él sabía que necesitaba. Un parque lleno d...