Una madre

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Kagami no tan sorprendido le abraza de la misma tierna manera, jala su cabeza para que esta se hunda en su pecho mientras Kuroko se aferra poco a poco más a él. 

El celeste entró a casa de Kagami como lo había hecho días atrás, miraba desde el techo hasta el suelo, miró las galletas sobre la mesa, la malteada y que mantuvo silencio. 

Kagami se temía que se hubiese dado cuenta que alguien más estaba en casa, y nervioso cerró la puerta. Camino hasta el más bajo para recargar su mentón sobre su cabeza. 

—¿De quien es la malteada y las galletas? 

—Son mías. ¿Quieres algo de cenar? Seguramente estas muerto de hambre. 

—Estoy realmente cansando, podría decir que me he quedado sin energías nuevamente. 

—¿Y cuándo no es así?—Preguntó Kagami con una sonrisa burlona pero para que no pasara lo de hace unos días se acercó y besó su frente. 

Kuroko rió y se llevó la mano a donde ese beso había sido plantado, un leve sonrojo salió de él y entre esa risa dijo:

—Es el problema de tener este cuerpo. El de Kagami-kun es más fuerte.

—Ni hablar—Dijo el más alto tomando de la mano a Kuroko hasta la cocina—Tú eres perfecto con el cuerpo que tienes.—Lo sentó sobre un banco alto que tenía y lo miró frente a frente.—Claro que estas en crecimiento, puedes crecer.

—¿Así lo crees? 

—Así lo sé. Por cierto Kuroko...¿no crees que es muy tarde para visitarme? 

—No vine a visitarte, quiero quedarme esta noche contigo, quiero dormir junto a ti. 

—Que lindo eres, pero...¿ya le avisaste a tus padres? Si no lo haces pueden estar preocupados por ti. 

—Perdí mi teléfono el sábado...y no me sé el numero de la casa.

—¡¿Y por qué lo vas diciendo hasta ahora?!—y decir que vivió un infierno el domingo—¿En serio no te lo sabes? Es esencial, si pasa un accidente ¿cómo podrán encontrarte?  

—Kagami-kun pudo encontrarme el sábado sin la necesidad de un teléfono, así que, si es que un día necesito ayuda yo sabré que estás ahí conmigo. 

El más alto se sintió enternecido por lo que el otro le decía, más creyó que era algo demasiado irreal, pues con esfuerzos y él encontró al más bajo, no quería que algo así volviese a pasar, y mucho menos que Kuroko creyese que él sería su salvador...Que irresponsable de parte de Kagami. Pensó él...Pues él debería de tener el numero de su casa, de su madre o de su padre quizá, de ese modo sería mucho más cercano...¿por qué no lo hizo antes? Que poca atención hacia su pareja.  

Kagami le hizo una pequeña cena a Kuroko, una leche con chocolate y un pan al vapor, y mientras miraba como su acompañante más pequeño comía, Kagami pensaba en la mujer, en la madre que ahora mismo estaba en el closet. Había querido tomar el tema con él pero ¿cómo? ¿cómo sin que se diese cuenta? 

Kagami dejó a Kuroko en la cocina y llevó a escondidas la malteada y otro pan al vapor, abrió el closet y se encontró con la madre abrazando al perro sentada en un rincón mientras tenía la mirada perdida entres sus recuerdos más preocupantes. Kagami bostezó y se agachó con la cena en mano. La madre reacciono a esto y no emitió ni una sola palabra pues Kagami le indicó que siguiese en silencio. Le ofreció la comida y esta al aceptarla y hacer una agradecimiento con la cabeza volvió a cerrar la puerta.

—Kagami-kun ¿dónde dejo mi ropa? 

Al escuchar la voz del contrario se volteó algo extrañado "¿Qué era lo que había dicho de la ropa?" Quizá y escuchó mal. Pero no. Kuroko tenía la ropa bien doblaba sobre sus manos y con sólo el boxer puesto, le ofrecía esta ropa al otro. Kagami dio pasos hacia tras sorprendido y el rostro se le tornó de un color rojo a mucho más rojo, por Dios, sentía la cara hirviendo. Tomó a su querido amante de los hombros los cuales habían permanecido fríos hasta que el calor de sus propias palmas los entibió. 

Y...¿Quién es él? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora