8.Calor de hogar.

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Estaba asustado por la reacción que tendría mi tía, tal vez se enfadaba, o tal vez no.

Pronto lo averiguaría, me preocupaba si la decepcionaría, eso era lo que más me asustaba, era una de las personas a las que debía de mantener muy presente en mis recuerdos, y a Jose y Luz igual.

Estaba en frente de su peluquería, no sabía si entrar o seguir mi camino.
Quería saber que hacer, estaba muy indeciso, entonces fue cuando mi tía me vio.

Abrió su puerta, me vio sucio, con la mochila, la guitarra y el carrito. Se sorprendió y me preguntó lo que me había pasado.

Por alguna razón me eché a llorar, lo dejé todo en el suelo y fui a abrazarla.

Ella preocupada me abrazó y volvió a preguntármelo.
Entre lágrimas le dije que mis padres no me querían.

Ella negó, y me dijo que si me querían, solo que eran muy estrictos.

Los sollozos que emitía hacían muy difícil el comprender mis palabras, pero ella las entendía.

Le expliqué lo que pasó la noche en la que me marché.
Muy seria me dijo que hablaríamos luego, que ahora me fuese a su baño de la casa a asearme un poco.

Me dio su llave y fui directo a su casa.
En cuanto entré los tres perros de mi tía se lanzaron a mi, se veía desde lejos que querían jugar, pero yo no estaba para juegos en ese momento.

Solo quería entender el porque me puse así al ver a mi tía, ¿me dolía el que mis padres no me quisiesen?

Pero si yo vivía mi sueño, ¿que me faltaba? Era tan extraño todo...

Dejé el carrito de comida en la cocina, y subí al segundo piso, y justo al lado de las escaleras al subir estaba la habitación de mi primo, y a un paso a la derecha la de mi prima.

Entré en la de mi primo y dejé mis cosas.

En su habitación habían dos camas, y encima de una de las dos un gato regordete con la oreja izquierda mal. Le reconocí, era Gordo, el vejete de la familia.

Me senté junto a el y le acaricié, sus ojitos se cerraban con sentir mi mano acariciando su pelaje terso y suave. Comenzó a ronronear, y mi sonrisa salió sola, ¿cómo un gato está siempre tranquilo?

Mi mano se llenó de pelitos grisáceos y blancos, que podía interrumpir a ese gatito en ese momento, nada.

Paré de acariciarle y fuí al baño, cerré la puerta, me miré al espejo y veía en mis ojos manchas de haber llorado, mis manos negras manchaban el blanco de su baño.

Y aún estando como estaba, veía vida en mis ojos.
Puede que me doliese perder a mi familia, pero como dije, estoy viviendo mi sueño, y en mi sueño también incluía momentos en los que me vendría abajo, ya que sin esos momentos no podría considerar vida a nada, ya que eso demostraba sentimiento, y puede que algunos lo vean de ser un débil, pero yo lo veo de alguien fuerte, alguien capaz de conllevar un sentimiento tan doloroso pero a la vez que limpia el alma, la tristeza.

En ese momento escuché que la puerta de abajo se abría, después una voz masculina seguida de una femenina llegaron a mis oídos, entonces supe que eran mis primos Luz y Jose.

Me lavé la cara y las manos, me sequé con una toalla cercana y quise ir a saludarles.
Abrí la puerta del baño, me acerqué a las escaleras y escuché que se sentaron en los sofás a ver la tele, los perros les hacían compañía.

Bajé las escaleras, Jose me escuchó y dijo:

-¿Que coño..?

Luz dio un saltito con un gritito, parece que les asusté.
Jose se quedó procesando mi presencia, pero mi prima fue más rápida y preguntó antes:

Un Corazón Y Una GuitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora