¿Westie?

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La puerta de la casa estaba abierta y en la acera había una camioneta estacionada que, para su mala suerte, Lottie sabía a quien pertenecía. Se estremeció de la cabeza a los pies y pensó un instante en no pisar la casa, pero era tan mala la idea que la descartó.

Theo estando a un lado de ella, le puso una mano en el hombro en signo de apoyo y en respuesta hubo un suspiro. Ambos caminaron el metro que los separaba de la cruda realidad y entraron sin más a la casa.

A pesar de que su madre no estaba en buen estado, el ambiente de su hogar se sentía tranquilo, con mucha paz y cálido, en cambio ahora que su padre se localizaba en ese sitio, este parecía frío, sucio y el estrés combinado con el miedo era el punto más notorio en el ambiente.
Theo la seguía como un guardaespaldas cuidando que no le pasara nada pero aún no lo encontraban en ningún lado hasta que a ella se le ocurrió mirar en el pequeño despacho de la espaciosa casa. Abrió la puerta y lo primero que vio fue una silla de estudio detrás del escritorio, forrada de piel café que le daba la espalda. Lottie tomó aire para poder hablar y cuando estuvo a punto de hacerlo la silla giró.

-Me preocupaba con quien estabas -miró a Theo sin hacer ninguna expresión, como alguien sin sentimientos-, es agradable ver que aún siguen juntos.
Ella quiso negar sus palabras, pero eso mismo era lo que le faltaba, palabras. No podía ver si Theo estaba feliz con eso, en el fondo rogaba que no dijera lo contrario, aunque eso significara contradecirse.
-Fuimos a desayunar. Feliz año, señor.
"Señor", agh, odiaba demasiado que a su padre le gustara ese apodo y no otro. Le asustaba mucho más, por lo menos Theo tuvo el valor de hablar, ahora seguía ella, ya con menos miedo.
-Qué caballeroso, así es como deben tratar a mi princesa. ¿O no, Westie?
Y para colmo, nunca la llamaba por su nombre, sino por un diminutivo de su apellido paterno que nunca usaba: Wescott.
-Volviste, debiste avisarme, padre. Sé que tienes muchas ocupaciones y trabajo, tu tiempo es valioso. Después de unos años...
El hombre la interrumpió mientras Lottie deseaba con todas sus fuerzas que se marchara pronto.
-Mi ausencia las ha mantenido bien, tienen todo lo que necesitan y hasta de sobra. El trabajo no es fácil, y lo que importa es que ya estoy acá.
-¿Ya viste a mamá? -le cambió el tema nuevamente; su padre la miraba fijamente y ella sólo lo hacía de reojo. Los ojos son la ventana del alma pero mirar a través de los ojos de su padre era como mirar un abismo negro que la succionaba directo al peligro.
-Ya, la he visto. Está como siempre, hablé con Aaron y me ha dicho que ha tenido avances, yo no lo noto.
A Charlotte se le encogió el corazón y contuvo las ganas de gritarle. Theo, quien la conocía a la perfección, sabía que esas palabras le hicieron daño, así que le puso la mano en la espalda y la acarició para calmarla.
-Ella está mejorando, y no lo notas porque acabas de llegar -dijo con la voz llena de furia.
-En realidad yo sí he visto los cambios. Es fascinante como está avanzando. Por supuesto, no es algo que pase rápido, el proceso es lento pero bueno -el chico sonó animado y logró convencer a Danvers, incluso su mirada se relajó.
-Bien -tomó su móvil que estaba dentro de su saco y revisó un mensaje, eso es lo que Lottie pudo ver desde donde estaba-. Debo salir, pero mañana estoy de vuelta por aquí, espero encontrarlos en casa y no fuera. Más a ti, Westie.
Se levantó de aquella silla lujosa, dio unos pasos para llegar a Lottie y le besó la cabeza.
-¿Cuándo te marchas? -preguntó ignorando el beso, a veces ella llegaba a creer que su padre de verdad la quería, sólo a veces.
-En tres días. Son suficientes para que pasemos tiempo juntos -dijo sonriente.
Son suficientes para tener que soportar esta tortura, pensó.
El señor le tendió la mano a Theo, la estrechó con la ajena y salió del lugar para desaparecer en silencio.

● ● ●

Cameron no suele ser un chico impaciente o que se alarme por cualquier cosa, quizás sea molesto cuando no le responden pero en este caso, su desesperación por no saber nada de Lottie iba en aumento conforme el día avanzaba. Su hermana no estaba en casa, su madre lo ocupaba para ordenar la boutique después del desastre de las festividades y su padre estaba en el hospital por una urgencia. ¿Qué más faltaba? ¿Que comenzara a nevar?
¡Dicho y hecho!

Kilómetros [En pausa y en edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora