Capítulo 10: "Un testamento y un partido de quidditch"

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Todavía con la mirada en el ministro de magia, los cuatro bajamos lentamente las escaleras.

Nunca había visto personalmente al ministro de magia... bueno, no a este ministro, pero a Cornelius Fudge sí.

-muy bien. - dije bruscamente. No me fundía confianza el nuevo ministro. -¿Qué lo trae por aquí, Señor ministro? - le pregunté "amablemente" a Scrimgeour.

-he venido a hablar con los señores Ronald Weasley, Harry Potter y las señoritas Hermione Granger e Isabella Potter. - dijo con voz fría y cortante. - y en un lugar qué sea a solas, si es posible.

Arthur con cara de pocos amigos (qué trataba de simular) lo guió hasta la sala donde hicimos la última reunión de la Orden, y se sentó (sin qué lo invitaran a sentarse) en un sillón individual. Espero hasta qué yo me sentara en otro sillón individual. Ya qué el triple estaba ocupado por mis amigos con mi hermano.

-He venido hoy, -comenzó mirándonos a cada uno detenidamente. - para dictarles el testamento de Albus Dumbledore.

Yo me quede congelada en el sofá ¿era posible?... había una probabilidad.

Los cuatro nos miramos unos a otros.

-¡Una sorpresa, aparentemente! ¿No eran consientes de qué Dumbledore les había dejado algo?

-¿A todos? - dijo Ron. - ¿A Hermione y a mí también?

-Si, a ustedes cuatro...

Pero le interrumpí.

-Él murió hace un mes. Son obvios. Querían examinar lo qué sea lo qué él nos dejó. - y después lo miré ceñuda. - usted no tiene derecho a confiscar eso.

-Señorita Potter, estaba en todo mi derecho. - me replicó irritado. - El Decreto para la Confiscación Justificada da al Ministerio poder para confiscar el contenido de un testamento...

-¡esa ley fue creada para evitar qué los magos legaran artefactos oscuros! - dijo Mione. Era muy buena... qué suerte tiene Harry al tenerla de novia. - y se supone qué el Ministerio debe tener una prueba de qué las cosas heredadas sean ilegales antes de confiscarlas. - terminó un poco mas lívida, mientras Harry le agarraba la mano.

-es cierto. - le dije con voz monótona y fría. - y por lo qué todo el mundo sabe, Albus nunca tubo relación con las Artes Oscuras.

-Señoritas, - dijo con voz amenazadora y fría. - ¿piensan seguir una carrera de leyes mágicas?

-ni por asomo. - le repliqué con brusquedad. - apenas termine todo este embrollo, me voy para Washington.

-¿Washington? - preguntó con una ceja alzada. -¿piensa seguir una carrea muggle? - preguntó esto último con repugnancia. Me enojé. Pero me controlé.

Pasaron unos minutos, antes de qué el ministro volviera a hablar.

-Señor Weasley, -se dirigió a mi amigo pelirrojo. - ¿estaba muy unido a Dumbledore?

-¿yo? - preguntó desconcertado. Lo miré severamente. Mas le valía mentir qué era cercano a Albus, porque si no, no habría más pelota-autógrafo del capitán de los Chudenleys Cannons. - Bueno... eh... no compartíamos muchos momentos, pero, siempre terminábamos hablando hasta los codos de las travesuras de Fred y George.- le respondió. - pero no se si me consideraba tan grande para poder estar en su testamento...

-para serte sincero, Ron, - me miró. - Albus siempre te apreció. ¿Recuerdas cuando jugabas con él al ajedrez? Siempre le ganabas... me dijo qué eras digno rival de él. -ante ese recuerdo, el sonrió.

La Otra Cara de BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora