-¡Edward!- grité. Me giré. - ¡Vamos a Cabeza de Puerco! ¡Ahora!
Subí a recoger mi varita, pero a mitad de la escalera, alguien me retuvo. Era mi padre.
-¡Tú no te vas a ningún lado! - dijo alarmado. - ¿Piensas dejar a Ethan solo?
-No... - dije ceñuda. - los dejo con ustedes.
-¡No, no, no, no! - dijo negando alterado. - ¡Tú te quedas acá cuidando de tú hijo y lo dejas a mano de Sirius, Remus y yo!
-¡NO! - ¿Qué se cree? ¿Qué voy a dejar qué lo vean a él y a Sirius en toda la gente qué creían qué estaban muertos? - ¡USTEDES NO PUEDEN IR POR EL SIMPLE HECHO DE QUÉ SI TE VEN CON SIRIUS VAN, SERAN LOS PRIMEROS EN MORÍR A MANOS DE CUALQUIER MORTIFAGO QUÉ LOS RECONOZCA! ¡O PEOR! ¡AMANOS DE QUIEN LOS MATÓ HACE CASI DISESIETE AÑOS ATRÁS! - traté de tranquilizarme. - mamá, Tonks, Belle, Sirius y tú, se quedarán. - dije nerviosa. - esta es nuestra guerra. No soy una niña. Tengo casi dieciocho años y se qué lo qué hago. Lucharé por un futuro para mi hijo y para mi ahijado. - les dije severa a los qué nombre. - tenemos una ventaja: vampiros. Estarán para proteger a cuantos puedan de la maldición asesina, ya qué no les afecta en absoluto, porque, prácticamente, están muertos. - hice una visión general de la sala. Ethan y Teddy estaban durmiendo. - si eso significa tener qué morir para darles un mundo con paz y tranquilidad, lo haré. No por nada soy Gryffindor e hija de James y Lily Potter. - agregué severa. - Y no me harás cambiar de opinión, Edward, sabes qué es inútil. - le dije mirándolo a los ojos. - y te prometo qué estarás siempre a mi lado. - le dije para asegurarme de qué esté conmigo en esto. - me voy a cambiar.
Subí corriendo a mi habitación y me puse lo más cómodo para correr libremente por Hogwarts. Entre ellos, una remera heredada de papá qué me quedaba, raro, perfecta, de suerte está bastante arruinada cómo para qué me importe, ya qué tengo algo mucho mejor de él para otro día. La remera decía J.P. en letras doradas ya qué lo demás era color escarlata. Un jogging color escarlata, también, junto con unos borceguís negros. Agarré mi varita de mi escritorio junto a mi relicario con las fotos de mamá con papá y una con Edward, Ethan y mía, y me lo até a mi muñeca con un hechizo irrompible en el lazo.
-¿Estás segura de esto Bella? - me giré hacia la puerta. Era Edward. - Puede qué no vuelvas nunca más y... ¿sabes lo qué eso significa? - preguntó entorné los ojos. Se me acercó y tomó mis manos. - a donde quiera qué tu vayas, te seguiré. No importa quienes estén a mi lado, tu eres lo más importante qué he tenido nunca en mi existencia. - le sonreí melancólica. Deslicé mis manos fuera de las suyas, y posé mis manos a cada lado de su rostro, acercándolo a mí. Mis labios se fusionándolos con los de él, desapareciendo todo lo demás.
-Vamos... - le dije en un susurro. - quiero luchar para un mundo mejor para Ethan y Teddy... y tu... - le advertí. - más te vale seguir vivo si yo termino muerta, porque Ethan te va a necesitar. - le dije severamente dándole un casto beso en sus labios. - ni un "peros".
-Tú no puedes decir... - empezó Edward. Le interrumpí.
-Ahora no es el mejor momento para discutir, Edward. - le dije. - además, ¿Quién se ocupara de Ethan? Tú eres necesario en su vida. - le dije suplicándole. - tienes qué darle un ejemplo de cómo ser algún día.
Desde entonces, Edward no tocó más el tema.
Después de bajar y de avisarles a los demás Cullen qué nos íbamos a Cabeza de Puerco, Remus, Edward y yo, nos fuimos por Red Flu hasta el punto de reunión.
Todo estaba silencioso en el bar. Y, entonces, llamé a alguien.
-¿Hola? ¿Hay alguien aquí? - pasé mi mirada por el lugar. Entonces, apareció. Casi me desmayo de de la impresión. Aberforth Dumbledore se parecía demasiado a su ya fallecido hermano. - Hola Señor Dumbledore.
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La Otra Cara de Bella
Randomesta historia no es mía es de una amiga espero que les guste porque a mi me encanto