EL CAOS DE LA PERFECCIÓN

21 2 15
                                    

Por un momento aborrecí aquel color. Tan alegre, tan colorido... tenía ganas de agujerearlo. Descargué toda mi ira en arrancar las flechas del papel y aún así fue un trabajo tediosamente complicado. El rojo, el azul y el negro habían recibido impactos, no obstante el amarillo seguía pulcro, sin una mísera muesca. Incluso podría parecer que no estaba apuntando ahí.

Recorrí el camino hasta donde aguardaba mi arco. Lo cogí con cuidado, y mi mano derecha recorrió las curvas de la suave madera en contacto con mis enrojecidos dedos. Por último llegué a la cuerda, que aguardaba a ser tensada. Me coloqué detrás de la línea de disparo. Expulsé el aire con lentitud, calmando mi cuerpo y hasta cerré los ojos, evitando el contacto con la burlona diana. Los abrí con parsimonia, a esa distancia podía percibir el estrecho halo amarillo.

Mi mano izquierda parecía haber existido para encajar a la perfección en ese arco. Éramos uña y carne. Me coloqué la protección de cuero en los dedos y enganché la flecha, escuchando un familiar chasquido. Mi compañero estaba listo para tratar de alcanzar nuestro objetivo. El problema era que si yo estaba igual de preparada que esa madera curva y laboriosamente trabajada. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Mis dedos se posaron sobre la cuerda. Traté de juntar los omoplatos mientras que los extremos del arco se iban estirando hacia atrás. Mi mano se deslizó por mi mandíbula y detuve el movimiento cuando la cuerda se apoyó en la aleta de mi nariz y en la comisura de mis labios.

Tomé aire con profundidad y dejé que el punto carmesí de la mira se quedara en el centro mismo de la diana. De pronto noté pesadez en mis dedos, en el brazo que sujetaba el arco y en el hombro que cargaba con la tensión. A su vez sentí las ganas de lograr dar en el blanco, y no solo era yo, también la flecha esperaba impaciente poder vengarse del burlón color amarillo. A pesar de eso, sabía que un mínimo error al liberar toda esa fuerza haría que la flecha se desviara. Notaba la cuerda insuflándome valor en contacto con mi rostro. Tenía que buscar la perfección cuando nunca ha existido. Sentí la imperiosa necesidad de liberar la tensión. Relajé mis dedos y la cuerda se deslizó por los el cuero en un instante que me resultó eterno. El suave vibrar de la cuerda enmudeció tras el sonido del metal al hincarse en el blanco.

La cuerda permaneció zarandeándose con suavidad de un lado a otro. Relajé mis brazos.

―Gracias―murmuré apoyando la frente en la madera.

No tenía que acercarme para saberlo, mi deseo y la flecha habían seguido una misma trayectoria. Una hora entera y aún más minutos junto con muchos intentos fallidos, pero ahí estaba, lo habíamos conseguido.


~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Me ha salido un título profundo y sonoro, tras muchas frases mediocres...

Lo bueno de los exámenes finales es que una vez terminado cualquiera de ellos, si has sido lo suficientemente rápida y eficaz te sobra tiempo. Por lo que mientras que miraba las grietas de la pared de mi derecha, se me ha ocurrido relatar uno de mis días haciendo tiro con arco.

Algún día llegaré a tirar como Legolas, ¡pero hoy no es ese día! ¡Hoy lucharemos!

"El amanecer es siempre una esperanza para el hombre" (J.R.R Tolkien)

Te espero con ansias, amanecer del día 31, fin de los exámenes.

ALMA DE TINTA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora