SUCIEDAD EN LAS GAFAS

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Lo golpeé con toda mi alma hasta que el ruido estridente se detuvo. Me incorporé con lentitud, haciendo que las sabanas se deslizaran por mi cuerpo. Unos escasos rayos de luz se filtraban por algunos espacios de la persiana. Busqué mis gafas, me las coloqué y con la poca fuerza que me quedaba conseguí alzar un poco la persiana, haciendo que la habitación siguiera en penumbra.

―¿Por qué las gafas se ensucian tan rápido? ―mascullé irritado.

Había un enorme punto gris en mi campo de visión. Me quité los cristales y los limpié con la tela del pijama. Al volver a ponérmelos, la suciedad seguía impidiéndome ver la esquina. Volví a repetir el proceso esta vez aplicando más fuerza de la necesaria en la lente. Tras colocármelas esa mancha negra seguía ahí. Tragué saliva y giré mi cuello, aunque el punto no siguió mi movimiento. Di un paso hacia atrás y trastabillé, cayéndome en la cama. Aquella masa negra permaneció en la esquina. Miré suplicante el despertador, tenía que volver a sonar. Me pellizqué, pero nada cambió. ¡Sólo era una pesadilla! El dolor cuando el bulto saltó a mi yugular y me desgarró la carne, me confirmó que no era así. No tuve ni tiempo para gritar o para suplicar cuando sus colmillos llegaron a mi arteria.


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⏰ Última actualización: Nov 25, 2016 ⏰

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