Capítulo 8- Roto

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— ¿Por qué dejaste que te golpee, Joshua? ¡Eso es demencial!

— Jun, estoy bien... Comprendo que esté enojado, en parte tiene razón — dijo el americano en un suspiro, cerrando los ojos. Al final, el pequeño esguince se había vuelto un esguince de grado III, causando que deba quedarse en por un par de días más.

— No, no tiene ninguna razón. Y lo sabes, Josh. Dios... Sabía que Seungcheol estaba desquiciado, pero ¿hacerte esto? Eso es enfermizo.

— Estoy bien. Jeonghan no se tiene que enterar de esto ¿escuchaste? — Jun abrió los ojos y abrió la boca para estallar pero Joshua lo miró fijamente, serio, como si lo estuviera amenazando con un cuchillo sobre la garganta. El chino notó el increíble poder que podía llegar a tener Joshua con solo una mirada— ¿Escuchaste bien? Él no lo tiene que saber.

— Sí, escuché... — murmuró Jun, bajando la mirada al no poder resistirlo—. Pero aún así, deberá enterarse en algún momento. No creo que Jeonghan pueda vivir engañado todo el tiempo.

La expresión de Joshua ensombreció un momento, pero luego apartó la vista hasta la ventana, pensando en tantas cosas y a la vez en nada.

— ¿Crees que puedas comprar el colgante por mí?

— Oh, Dios, Josh ¡Otra rosa! — exclamó emocionado Jeonghan. Ya era la cuarta rosa que recibía de su visitante secreto, no podía evitar sonreír ampliamente. Joshua sentado a su lado sonrió con amplitud también, viendo ese brillo en los ojos del mayor.

— Ya verás, después de las veinticinco rosas, se aparecerá tu admirador secreto — dijo un seguro Joshua, ambos ya habían cenado y ahora disfrutaban de un momento juntos.

— ¿Cómo estás tan seguro?

— El veinticinco es mi número favorito — Eso hizo reír a Jeonghan.

— Bien, yo creo que eso sucederá después de las diecisiete rosas.

— ¿Ese es tu número favorito? — preguntó el americano y Jeonghan rió nuevamente.

— No, solo dije un número al azar.

— El diecisiete también está bien — Joshua rió, Jeonghan nunca se cansaría de escuchar aquella sonrisa.

Esa madrugada Jeonghan despertó de un grito, intentó levantarse pero el dolor en su espalda fue insufrible. Se retorció y gimió, cerrando los ojos para no llorar. Una mano se pasó por su cabello.

— Jeonghan, Jeonghan ¿Qué sucede? — la voz de Joshua lo hizo estremecer.

— J-Josh...

— Shh... Tranquilo, tranquilo, estoy aquí — lo intentaba tranquilizar, inentaba que se calmara pero Jeonghan no podía. Otra vez una pesadilla y sumando el dolor que sintió al moverse de golpe—. Respira, relájate.

Joshua abrazó al mayor con su brazó sano, sintiendo como se aferraba a él, al igual que la primera noche. Jeonghan lloró, el corazón del americano se partió... No sabía cómo calmarlo, pero prefirió dejar que se desahogara.

Dejó un beso en la frente del pelilargo y acarició su hombro, dejando que llore, dejando que se calmara por su cuenta. Poco a poco el mayor fue relajándose y soltando a Joshua, quien se sentó en el borde de la cama y sostuvo su mano para que supiera que allí estaba para él.

— ¿Quieres que llame a la enfermera? — vio como Jeonghan negaba con la cabeza mientras se secaba las lágrimas— ¿Tuviste un mal sueño? ¿Quieres hablar de ello?

Esta vez se demoró en responder, pero el mayor asintió con la cabeza. Se tomó un momento para poder calmarse y así comenzar a hablar.

— Soñé que alguien me arrastraba por un galpón, me golpeaba y luego me llevaba hasta el techo... Intenté defenderme pero no podía — su forma de hablar era lenta, vacilante—. Tenía mucha fuerza, tanta que creí que ni siquiera era humano. Me tomó del cuello y me dejó suspendido en el borde del techo, luego me soltó... Caí y caí hasta que me hundí en el agua. No podía respirar, allí aparecis... Apareció alguien, extendiendo su mano hacia mí para salvarme, pero... Pero una especie de lanza le atravesó el pecho y... y... — nuevamente las lágrimas abordaron sus ojos y descendieron por sus mejillas—. Dios, lo vi desangrarse, lo vi ahogarse... No me podía mover, alguien me sostenía y me arrastraba más y más abajo... Joshua.... Joshua, tengo miedo...

A Joshua se le oprimió el corazón y no supo qué más hacer mas que abrazarlo nuevamente contra su pecho. Por muy incómodo que fuera, Se acomodó en la camilla junto a Jeonghan, en ese estrecho espacio entre el cuerpo del mayor y el borde, lo rodeó con su brazo y acarició su cabello, besando nuevamente su frente.

— Tranquilo, fue una pesadilla. No te angusties, estoy aquí para cuidarte y protegerte. Ya no llores...

Jeonghan siguió llorando por un rato hasta que cayó dormido, no había dejado de pensar en las palabras de Joshua y en cuánto deseaba decirle "Oh, Joshua, tú eres quien me quiso salvar de ahogarme... Tú moriste...", pero no tuvo el valor de decirle que había estado soñando con él desde antes de conocerlo. Joshua se quedó despierto el resto de la noche, velando por Jeonghan y regalándole su calor con aquel abrazo. Sentía tanta pena por él...

— Entonces, ¿luego de las diecisiete rosas le darás el collar? — preguntó Jun mientras miraba a Joshua admirar el colgante. Era una pequeña piedra azul con un ala colgando, y no solo eso, había otro parecido pero con la piedra de color verde. Ese sería para Joshua.

— Sí. Jeonghan quiere luego de ese número — respondió, cubriéndose la boca y bostezando.

— Faltan trece rosas...

— Sí... Entonces, le diré que soy yo y le regalaré el collar. Espero le guste — dijo, mirándolo al chino, quien le sonreía.

— Le encantará.

Los días pasaban así, Jeonghan recibía una rosa más cada día y cada día se emocionaba más que el día anterior, era un niño que contaba el tiempo hasta que la Navidad llegaba. A Joshua le encantaba verlo así, con ese dulce brillo en los ojos. Más de una vez le robó besos, Jeonghan se sonrojaba hasta las orejas y luego le gritaba pero después reía con ternura y lo acercaba para devolver el beso de una forma casta. Se había dado cuenta de que Joshua le hacía sentir en un mundo bien, en las nubes, no solía tener pesadillas y a veces ni soñaba cuando él estaba cerca. Sentía que Joshua era su cura.

La decimoséptima rosa fue entregada, era hora de regalar el collar. El americano miró la puerta de la habitación del mayor y en su bolsillo presionó el collar entre su mano, estaba nervioso. Se acercó a la puerta pero cuando la estuvo por abrir....

— ¿S-Seungcheol, tú...?

— Sí, yo te estuve dando las rosas en secreto.

No supo porqué, pero algo en su interior se rompió.

Duobus lateribusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora