19. Fotografía

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—No será necesario que vayas a buscarme, Benjamin...—di un paso al frente y ambos se quedaron inmóviles al verme y al darse cuenta que había escuchado todo. Sentía un enorme nudo en la garganta, quería llorar y gritarles lo mucho que los odiaba por haberme mentido de esa manera. Nia no merecía la vida que le tocó, ella no merecía sufrir de esa forma, Nia no merecía estar con alguien que no la valora, ella no, ella es demasiado noble y buena. Me tragué las lágrimas que estaban a punto de salir de mis ojos, endurecí mi corazón para no tirarme a llorar. Tenía que ser fuerte, por ella y para enfrentarlos. Cuando menos lo sentí, él ya estaba frente a mí. Diciéndonos tantas cosas con la mirada y nada a la vez. Parecía que se mordía la lengua, quería decirme algo, pero una fuerza mayor lo detuvo. O, mejor dicho, una voz femenina.

—Mucho cuidado con tus palabras, Benjamin...—por un momento vi a una mujer diferente a la que conocía. Mellissa se veía segura de sí misma, con una postura bastante recta que irradiaba la confianza y el control que tenía sobre la situación. Hubiese deseado no ver eso. Hubiese deseado no ver a mamá convirtiéndose en una mujer que jamás había visto. Su mandíbula estaba tensa y sus cejas arrugadas, deseándole mil males y veinte mil formas de ver muerto a Benjamin. Se cruzó de brazos mientras esperaba mi reacción, la reacción de él. «Algo anda mal, muy mal. Y ese "mal" tenía mucho que ver con el pasado»

«Pero esa faceta desconocida no puede conmigo, mamita. Te equivocaste de persona para hacer tus dramas» Alcé ambas cejas, indicándole a mamá que no habría nada que pudiera hacer para sacarme de la mente aquello que había salido de la boca de Benjamin. Bajé la mirada, haciéndome la victima delante de los dos, y funcionó. Pude ver de reojo como los hombros de mamá se caían, sintiendo pena y decepción por haberme mentido. «Eres tan débil cuando se trata de mí. Gracias por hacerme saber tus debilidades a cada instante»

—Lia, por favor, déjame explicarlo todo...Nada de lo que escuchaste es verdad...—intentó acercarse a mí. Por inercia, por impulso y por la rabia que sentía me alejé de ella. «Al menos eso fue real,» no quería tenerla cerca de mí. Algo me decía que ella había hecho cosas malas y tenía que ver con Benjamin, pero en ese momento de rabia, mi mente se cegó y no pude pensar con claridad ni analizar la situación. «Maldito defecto»

—No se te ocurra tocarme, Johanne—alcé mis manos. Benjamin tenía una mano en su boca, mientras suspirada, como si estuviese pensando en lo que diría—¿Tú no dices nada?—volteó a verme y su mirada me hizo sentir nerviosa. «Pero no, Freud. Ya es muy tarde para venir a mí con esa estúpida aura de autoridad de padre que no te luce para nada»—¿Por qué, mamá? ¿Por qué tú? ¿Por qué le hicieron eso a Nia? No puedo creer esto, no puedo creerlo de ti—hablé refiriéndome a mamá—De ti puedo esperar lo peor del mundo, Benjamin. Pero tú, mamá, no, no puedo...—apreté mis puños, era demasiado difícil controlar las ganas de llorar y salir corriendo, las ganas de matarlos a los dos por haberme ocultado algo tan importante. Matarlos porque hicieron que la mejor persona de este mundo viviera una vida que no le tocaba.

—Hija, por favor, hablemos de esto. Todo tiene una explicación...—se acercó más a mí, pero volví a alejarme. «¿Dónde está aquella prepotencia con la que te referiste a Freud, mamá? ¿Qué te traes en entre las manos que yo no sé?»

—¡Ustedes son de lo peor! ¡Maldita sea! ¡Nia no se merece esto! ¡Nia no merece sentir lo mismo que yo siento al saber que te valgo una mierda, Benjamin!—lancé la lámpara que estaba cerca de mí al piso, esta se quebró en pedacitos e hizo un ruido horrible. Pero todo era parte del drama, del show. Hacer sentir mal a mamá por sus errores era algo que me salía de maravilla.—Jamás voy a perdonarte esto...—señalé con mi dedo—¿Cómo pudieron hacerle esto? ¿Ya le contaste a este infeliz la vida de mierda que lleva por su culpa? ¡Por haberla abandonado como lo hizo conmigo!—me quedé en silencio al verlos viendo hacia el suelo. Mamá sollozaba y Benjamin no movía un sólo músculo de su cuerpo «¿Cuál es tu miedo, Benjamin?» Odiaba aquella sensación de no saber lo que ocurría bajo mis narices—¡Digan algo, maldita sea!—grité hastiada. Me di la vuelta y subí a mi habitación, fingiendo dolor, mucho dolor.

Love Again © I [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora