32. Historia

30 1 0
                                    

Parpadeé un millón de veces tratando de convencerme de que lo que estaba leyendo no era real y parte de mi imaginación. Pero era real, Amy Freud era mi puta hermana y el maldito de Benjamin era su padre. «¿Qué mierda tendrá Benjamin para procrear hijas con problemas mentales?» Lo odiaba con todo lo que podía, no podría despreciarlo más en ese momento, desearía no haber tenido su sangre corriendo por mis venas, desearía que no fuera mi padre, desearía que mi vida fuera otra, una vida donde mis padres no se estuvieran matando porque ya no se soportaban, porque el amor acabó, donde mi padre no me abandone, donde todos fuéramos felices. Pero no, él tuvo que ser mi padre. ¿Hassel sabría sobre eso?

—Me das miedo en este momento, así que te dejaré sola para que asimiles esta...tragedia—palmeó mi hombro y salió de la habitación. Cerré mis ojos y tomé una gran bocanada de aire tratando de que mis demonios internos no salieran a arruinarlo todo, más de lo que ya estaba. «Mi papá no se cansa de arruinarme la vida, no se cansa de decepcionarme.» Esperé varios minutos para salir de mi habitación e ir con mi madre, ella estaba en su habitación, leyendo un expediente médico que ocultó en cuánto entré, en ese momento lo menos que me importaba eran los pacientes de mi madre.

—Mamá, ¿podemos hablar?—me sorprendía lo calmada que estaba. En otra ocasión, hubiese culpado a mamá por todo lo malo que me pasaba. Ella puso el expediente sobre su mesita de noche y caminó hacia mí. Le mostré la hoja con los datos personales de Amy, señalando con mi dedo el nombre de Benjamin. Ella negó con la cabeza y suspiró.

—Si te sirve de consuelo, Lia, tú eres la menor de todas tus hermanas...—bajó su mirada, siento decepción de ella misma y seguramente por haber estado con Benjamin.

—¿Escuché bien? ¿Todas mis hermanas? ¿Tú sabías de la existencia de 'todas'?—«retiro lo dicho», estaba buscando culpables de nuevo y ella era la principal.

—Lia, por favor...—dijo impaciente, sabía lo que se acercaba porque mi respiración se agitaba con brusquedad. Odiaba esa sensación, odiaba perder el control de mí misma y herir a las personas que me querían.

—¿Por qué siempre me ocultas todo?—rompí la hoja en pedazos y lo lancé al piso.

—Déjame contarte las cosas, tú nunca me escuchas y siempre cortas la conversación, te vas y me dejas con las palabras en la boca, ¿puedes calmarte por una vez en tu vida?—se dio la vuelta, dándome la espalda. Al parecer Mellissa no andaba de buen humor.

—¡Entonces habla! ¡Estoy cansada de tus secretos!—grité, dramatizando todo. Me lancé sobre su cama y cerré mis ojos, preparándome mentalmente para escuchar una historia, que, seguro no me gustaría. Mamá abrió su armario y tomó un cuadro que tenía varias fotos de ella y Benjamin juntos. A simple vista parecían felices, parecía que se amaban. Allí podía ver todo ese amor que tanto extrañaba ver. Para mí, ellos eran el vivo ejemplo del verdadero amor. Siempre crecí con esa idea, pero, al final, todo resultó una maldita mentira.

—Benjamin no siempre fue el malo de la historia...—se sentó a mi lado, tratando de acariciar mi cabello, me aparté al sentir su mano en mi cabeza y recosté mi espalda sobre una almohada—Él ya tenía una familia cuando tú naciste, sus hijas tenían entre 4 y 3 años y su esposa en ese entonces, era una de mis mejores amigas. La madre de Nia, ella y yo éramos un grupo muy unido como lo son los chicos y tú.

«Ok, un pause aquí. ¿Qué mierda estoy escuchando? ¿Mi madre era la amante? ¿Mi padre se acostó con todas las amigas de su esposa?»

—Ellos se conocieron muy jóvenes, Amelie y yo nunca conocimos a Benjamin antes porque él vivía aquí y nosotras en Manhattan, Anne nos invitó a su nueva casa en Londres y vinimos con ella a conocerlo. A ambas nos dejó impresionadas la apariencia de Benjamin, era muy guapo e imponente, alemán heredero de una gran fortuna y todos los negocios de sus padres. Las dos éramos muy jóvenes y de hormonas alborotadas. Yo mantuve el contacto con Benjamin a espaldas de ellas después de regresarnos a Manhattan, Amelie hizo lo mismo, supuestamente por ser "cuñados" o algo así...—soltó una risa. «Mi madre ha de haber sido una completa zorra y no me molesta para nada»—Cada que Benjamin llegaba de viaje de negocios con otras compañías, aprovechaba para acostarse con Amelie y conmigo. Ninguna de las dos nos contamos sobre eso, yo no sabía sobre ellos dos, las dos pensamos que sería un secreto y que Anne no tendría que saberlo nunca.

Love Again © I [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora