3. Pelea de inválidos

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Pasaron varios días y Nia ni siquiera me llamó después de que se fue con Shane, aunque sea para ver si estaba bien o cualquier excusa que se le ocurriera para hablarme. O para disculparse por haber dejado que Shane me humillara con una de mis debilidades. Pero no lo hizo, y de alguna forma me dolía porque la consideraba la persona más importante de mi vida, incluso más que mi madre. Decidí ignorar el mensaje del idiota ese y todos los siguientes que envió, no tenía la más mínima gana de contestarle. Sería caer en un círculo vicioso y sólo quería dejar de pensar en él y en todo lo que venía arrastrando del pasado y que me era muy difícil soltar. Sin duda, Hassel sólo pondría de cabeza mi mundo.

Temprano por la mañana, me levanté para ir a mi entrenamiento de MMA, que quedaba a tan sólo unos cuantos metros de mi casa. El entrenamiento me ayudaba a descargar mis emociones. Ser la mejor atleta tenía sus ventajas, era la favorita de Simon, me llevaba a todos los torneos y siempre regresaba con una medalla de oro, aunque a veces no lo demostrara y me tratara con desprecio. Podía defenderme de cualquier persona que intentara hacerme daño. Esa era un regla muy importante: No usar tus conocimientos para dañar a otros. Sólo cuando la situación lo requiera. Obviamente era una regla que me la pasaba por donde no me pegaba la luz del sol.

Al llegar y abrir la puerta, Lenn abrió sus ojos con sorpresa al verme. Teníamos mucho tiempo sin vernos.

—¡Pero mira quién apareció!—me abrazó con fuerza y yo reí, devolviéndole el abrazo. Era muy reconfortante estar con él o con cualquiera de mis amigos. Ellos eran la alegría de mi vida, eran mi sol, mi pan de cada día.

—Estuve ocupada con Nia, ya sabes cómo es su desastrosa vida—rodé los ojos recordando la noche anterior. Puse mi maletín en el suelo para ponerme mi ropa de entrenamiento y empezar a calentar junto a Lenny.

—Sigue con el idiota de Shane, ¿verdad? —asentí con decepción y no esperé al instructor, me sentía tan impotente y necesitaba desahogarme. Caminé hacia el saco y lo golpeé con todas mis fuerzas mientras gruñía—¿Por qué tanta violencia? —preguntó al ver mi expresión de frustración.

—¡No sé! Ella es una idiota y el pendejo de Shane sabe usar ese defecto a su antojo—lancé una patada haciendo vibrar todo mi cuerpo. La sensación de descarga era satisfactoria y siempre buscaba más.

—Ven, yo te quito todo ese enojo, bebé—bromeó y me jaló de las manos para llevarme hacia el ring.

—Agradezco que me conozcas de esa forma, idiota—empezamos nuestro pequeño combate y en cada movimiento sentía un alivio increíble. Los movimientos de Lenn eran ágiles y rápidos, yo trataba de esquivar sus golpes y las llaves que hacía—¡Joder!—se quejó al sentir mi hermoso puño en su brazo izquierdo.

—¡Vamos, Lenn! No seas marica—lancé golpes que ni siquiera los pensaba y de último le di una patada a la cabeza que supo esquivar muy bien. Nos quedamos quietos al ver al instructor Simon saliendo de los vestidores con su uniforme. Él nos miró con desaprobación, ya que una de las reglas era que no debíamos usar el ring sin su autorización.

—Profesor...Lo lamento, sólo estábamos practicando...—Lenn trató de excusarse, pero Simon lo interrumpió de inmediato.

—Creí que ya tenían claras mis reglas—dejó su maletín en el suelo y abrió la puerta para que los demás chicos entraran.

—Déjalo, Lenn. Es un idiota—salimos del Ring. Y nos formamos junto a los demás.

—Escuché eso, Freud—respondió Simon con un tono retador que me hizo alterarme más de lo que ya estaba. Simon era al único que permitía hablarme así, porque él sacaba lo peor de mí en cada pelea y siempre terminaba ganando gracias a que sabía ponerme de mal humor.

Love Again © I [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora