Capitulo XXIII
—Podía invitar a quien quisiera y no estoy interesado mucho en Jesy, digo, es mi novia, pero está… histérica últimamente — ¿Escuché bien? ¡Me prefería a mí! Nada podía ser mejor.
—Entonces… seguro —Sonreí y besé sus labios de improviso, ya se me hacía natural.
Las horas pasaron volando y no me había dado cuenta cuando ya amanecía un nublado y frío día sábado.
El reloj marcaba las siete con cuarenta y cinco minutos, me quedaba un poco de tiempo para analizar mi vestimenta, asegurarme de que estaba conforme con ella y terminar los últimos retoques que en una chica es esencial.
Una polera sin diseño, con el ajuste perfecto a mi medida azul oscuro, Jeans ajustados y pitillos, converse azules y por último, para abrigarme, una chaqueta muy parecida a la tela de mis jeans, obviamente casi del mismo color claro.
Un poco de maquillaje, casi la nada misma. Mis pestañas debían de estar encrespadas a la perfección y por último el infaltable suave brillo labial rosa sabor a frutilla. Luego de jugar casi una hora completa con mi cabello, decidí por dejarlo caer con unas suaves ondas. Era extraño en mí, ya que solía llevar a diario mi pelo lo más liso que se pudiera.
Suspiré no muy convencida y me acerqué al gran espejo que cubría una de las paredes de mi closet.
¡Dios! No solía decirme todos los días frente al espejo lo linda que me veía, pero debía admitir que estaba brillando.
El timbre sonó, lo que no fue más que un llamado a mi corazón, estaba preparado para echar una carrera contra si mismo.
— ¡_______! ¡Tu novio! — ¡Maldición! ¿Por qué es ella la que siempre atiende cuando es George? Como si lo supiera, bruja.
De todas formas, sonreír frente al espejo reflector, como me gustaría que fuese cierto. Corrí hacia mi celular, lo tiré dentro de mi bolso y salí de mi habitación. Mis ojos se abrieron cuando pude escasear sin detención alguna cada detalle en él, era como si nos hubiésemos puesto de acuerdo para combinar cada vestimenta.
Sus ojos aún no se fijaban en mí, estaba muy entretenido discutiendo amistoso con mi hermana, ambos reían y nadie notaba mi presencia.
—Lista —Interrumpí su conversación y lancé una mirada que de seguro había captado enseguida, mi venganza pronto llegaría.
Apenas George notó mi voz, desvió sus ojos de Daphne, para poder acoplarlos con los míos, suavemente sentía esa suave sensación de que era elevada, de que giraba y sentía esas interminables cosquillas por casi todo mi cuerpo.
—Okay, Ok, ya entendí, los dejo —Carcajeó, dio pequeños golpes en la espalda de George y salió saltando directo a su habitación.
Apenas desapareció de escena, George tomó de mi mano y me acercó de un solo tirón para que sus labios alcanzaran mi mejilla derecha.
—Luces… muy bien ¿Sabías? — ¿Era idea mía o había hecho un comentario sobre mi vestimenta? Creo haber mencionado que nunca lo hacía, era… una señal.
—Gracias —Sonreí escondiendo mis mejillas sonrosadas— Puedo decir lo mismo, bueno… es igual, siempre —Carcajeé.
Solo rió conmigo y cruzó un brazo por detrás de mi cuello para así salir del departamento.
Hacía frío, pero como siempre he dicho “Ante todo; digna” Detestaba parecer un esquimal, miles y miles de chalecos, bufandas y guantes… no era nada de mi estilo y sabía lo mal que lucía cuando mi madre exageraba sobre el clima. Gracias al cielo, esa noche había decidido ir a cenar a solas con papá.
Subimos a su auto y nos pusimos en marcha. Destino: La gran y hermosa casa de Amy.
—Dios, hace frío, deberías abrigarte —Me comunicó mirando mi vestimenta en uno de los semáforos en rojo.
Me gustaba que se fijara, pero no en extremo.
— ¿Ahora eres mamá? —Reí rodando los ojos.
—Lo digo porque pareciera estar a punto de llover y tu andas vestida como si fuese un caluroso día de verano —Rió sin dejar de mirar hacia el frente, era adorable verlo manejar con tanta profesionalidad.
Finalmente llegamos a la gran casa pintada de blanco, era hermosa, imaginaba como sería de lujosa por dentro si por fuera parecía de estas típicas casas de revista.
Estaba lleno de autos, por lo que nos costó encontrar lugar y George acabó estacionando su gran vehículo a casi una cuadra de la “Mansión”
Comenzamos a caminar por la vereda congelada, entregando nuestros cuerpos al aire frío y no me importaba en lo más mínimo pegarme un resfriado si sabía lo fabulosa que vestía, sabía que era un pensamiento bastante hueco, pero vamos, había logrado que George por fin se diera cuenta y no usando cosas vulgares ni llamativas, solo era yo.
Desde lo lejos se podía escuchar la música y ya se encontraba un gran grupo de adolescentes charlando de mal modo en las puertas.
—Así que… con _______ ¿Eh? —Dijo un muchacho de rostro conocido apenas nos vio aparecer cerca.
George solo sonrió, era mejor evitar discusiones con esa clase de persona, muy a la defensiva y si algo le parecía ofenderle, pobre el chico que lo haya hecho enfadar.
Mis oídos se taparon con música reventada apenas entramos, las luces de colores instaladas, eran tan profesionales que podía pasar por un verdadero boliche. La multitud bailaba alocada en medio de la sala y las hormonas estaban más que revolucionadas en todas las parejas presentes.
Nos quedamos parados mirando a nuestros alrededores, supongo que ambos buscando amigos.
— ¡Stacy! —Exclamé.