Capitulo XXXII
Sabes que te quiero, que te adoro ¿verdad? —Dejó ver sus pequeños dientes en una leve sonrisa, la cual al segundo, ya había desaparecido.
Asentí con un dejo de esperanza e iluminación en mi corazón, quizá no sería tan malo.
Apoyó sus manos en mis hombros, las deslizó hacia arriba, por mi cuello hasta llegar a tomar de mis mejillas y sonrió al mirar mis ojos brillantes.
—… Pero amar… es un sentimiento muy grande —Susurró con la voz firme. Estaba siendo sincero.
Sentí como el aire brillaba por su ausencia en mis pulmones y como mi corazón comenzaba a desvanecerse. ¡¿Cómo diablos pude haber sido tan estúpida?! ¡Nunca debí de haberle dicho! ¡Estúpida niña con ilusiones! Debí de haber guardado silencio.
Mis ojos se cubrieron de lágrimas y agaché el rostro humillado, ¿Cómo se suponía que lo miraría a los ojos desde ahora en adelante?
—_______… Por favor, no me mal interpretes, lo que sientes es hermoso, pero se supone que solo es… lo mismo que siento yo ¿no? No me ves con otros ojos ¿Verdad? —Y ya lo había entendido. ¡Se había dado cuenta! Su voz cantaba con desesperación y yo no hice más que tirar la sábana hacia atrás y salir del acolchado para tomar toda mi ropa y poner en su lugar a cada prenda— ¡No! No, no, no… oye ¿Qué sucede? ¡_______! —Salió exaltado de la cama y con rapidez llegó hasta a mí para tomarme de un brazo y no dejarme escapar.
Con el corazón quebrado y herido, humillada y molesta quité su brazo de encima, ni que me tocara quería.
Mientras me vestía, sentía como las lágrimas, que inundaban en su totalidad a mis ojos, comenzaron a correr cargadas de odio por mis mejillas.
Estaba lista y tomé mi chaqueta apresurada para salir del cuarto, pero nada iba a ser tan fácil, George había tomado mucho menos tiempo que yo y ya se encontraba vestido impidiéndome el paso.
—Vamos, tenemos que hablar —Ni su voz desesperada me haría mirarlo a los ojos, me sentía tan usada. Ahora era cuando entendía porqué George siempre prefería la clase de chica; Jesy.
Seguía en silencio, tratando de no romper en llanto, tarea cual ya comenzaba a tornarse dificultosa.
—Mírame —Susurró tomando mi rostro entre sus confusas manos y me obligó, con delicadeza, a mirarlo a los ojos— _______… ¿Estás llorando? —Cada vez iba sorprendiéndose más, eran muchas las sorpresas y aún no acababan— ¿Qué tratas de decir con todo esto? —Su voz estaba ahoga y yo no podía creer como diablos no comprendía que era lo que sucedía— ¡Háblame! ¡¿Acaso estás enamorada de mí?! —Exclamó furioso al no obtener ni una respuesta de mi persona.
Y otro puñetazo a mi corazón, ¿El no estaba enamorado de mí? ¿Él no sentía lo mismo? Empiezo a maldecidme por ser tan ingenua.
— ¡_______! —Gritó en medio de una pataleta.
— ¡Ya déjame! —Devolví el grito y el mío lo superaba— ¿Qué si acaso estoy enamorada de ti? ¿Eso me estás preguntando? ¡Maldita sea George! —BOOM. Había explotado el llanto, ya no lo resistiría ni un segundo más— ¡Estoy enamorada de ti desde los siete años! ¡DESDE LOS SIETE! ¡DIABLOS! ¡¿Cómo ES QUE NUNCA TE DISTE CUENTA?! —Grité a toda voz, sin importarme que sus ojos reflejaran confusión y estupefacción.