Vi a mis padres junto a mi cuerpo inerte. Como si la mente, el alma o espíritu estuviese actuando fuera de mí y fuese testigo de todo mi entorno. ¿Cómo es posible? Me pregunté una y otra vez tratando de hallar una explicación racional. Es la experiencia más alucinante de mi vida.
Soy consciente de todo lo que ocurre. Del sufrimiento de mis padres y como los paramédicos aplican sus conocimientos y técnicas para hacer que mi corazón reaccione una vez más. Pero nadie aquí puede verme. Es como si fuera invisible para cada uno de ellos y me hallara flotando a su alrededor sin tener el control de la situación.
No me pueden ver y tampoco escucharme.
«¿Qué está pasando? ¿Qué ocurre?»
De pronto, el panorama cambió dramáticamente. Las lineas de lugar, espacio y tiempo simplemente se desvanecieron. Me sentí ligera, como si la gravedad hubiese desaparecido, luego atravesé una especie de agujero negro a una velocidad inhumana. Mientras tanto, continuaba experimentando una sensación de ingravidez y serenidad. Entre más me adentraba en el oscuro túnel más fuerte se volvía el sentimiento de tranquilidad. Como si hubiese dejado de ser yo misma y todo el dolor, la pena o tristeza quedaran atrás. Es difícil de explicar con palabras, es algo indescriptible.
La melodía de una canción de cuna que mi madre me cantaba cuando niña comenzó a oírse a lo lejos, y poco a poco se fue escuchando con más claridad. Fue la voz de mi madre tarareando la letra de aquella canción lo último que escuché cuando la luz al final del túnel se aproximó a toda velocidad como si se tratara de un tren que venía en sentido opuesto justo frente a mí.
Otro entorno, otro lugar desconocido e inusual apareció de la nada en fracción de segundos.
El cielo posee una tonalidad gris bastante peculiar, como el de una pintura al óleo, y el ambiente desolado junto con la brisa helada que acaricia mi piel me hizo estremecer. Nunca antes había estado en un lugar como este, ni remotamente parecido. Así que observé detenidamente todo lo que me rodeaba. Me hallaba al borde de un acantilado, y en la distancia, las andulaciones del mar lucen como una pintura de Vincent van Gogh. Todo es bastante irreal, por decirlo de algún modo. De la nada, visualicé la figura humana que parecía considerar la opción de lanzarse al vacío.
Caminé despacio hasta llegar a su lado y pude notar que se trataba de una persona de facciones perfectas y apariencia androgina. Su cabello de color oro reluce esplendoroso mientras que el viento juega con el. Desde donde estoy solo alcanzo a ver escasamente su perfil estilizado y su mirada perdida en la distancia.
—¿Sabes dónde estamos? —pregunté cuando me acerqué lo suficiente.
—Todos estamos de este lado o del otro. Pero cada uno permanece donde debe estar. —contestó tranquilamente sin molestarse en mirarme.
Su voz es apacible y al mismo tiempo me parece familiar aunque soy consciente que no había escuchado nunca nada igual.
—Estoy perdida. Necesito regresar a casa. —confesé.
—¿Tienes miedo? —preguntó la mujer.
—No...
Esa es la verdad. Pese a la situación, la verdad, es que no sentía miedo, angustia o dolor. Estoy tranquila.
—Eso es bueno.
Dicho eso me atreví hacer la siguiente pregunta.
—¿Estoy muerta? —titubeé.
La figura de belleza inhumana sonrió y cuando sus ojos se cruzaron con los míos sentí como si conociese todo sobre mí.
—Tú, tienes permitido escoger.
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Dos Vidas
Teen FictionAmanda Miller, es una chica de 17 años cuya adolescencia ha sido tan común como cualquier otra. Cuenta con una familia que la adora, amigos y un futuro prometedor al ser admitida en una de las universidades más prestigiosa de los Estados Unidos. Sin...