En cuestión de segundos salimos fuera del rango visual de la policía y de todas las autoridades que acordonaron el perímetro. Sin embargo, el sujeto con el cual decidí escapar, insistía en llevar al límite la máquina asesina que usaba para competir en las carreras. Se notaba la experiencia al observar como maniobra y realiza los cambios de velocidad con una agilidad y rapidez sorprendente. No obstante, eso me mantuvo nerviosa y temerosa por mi integridad física. Prefería la seguridad que proporcionaban las cuatro ruedas y un cinturón de seguridad.
Inmediatamente me arrepentí de haber tomado esa vía de escape. Frente al panorama actual, la policía representaba un menor riesgo.
—¡Oye! —grité sin dejar de aferrarme al conductor.
El aludido apenas ladeó ligeramente la cabeza. Continuó maniobrando el embrague y el acelerador a la vez. Luego, como si lo hiciera a propósito, tomó una curva a alta velocidad provocando que se me escapara un grito agudo al tiempo que me sostenía de su cuerpo con más fuerza de la necesaria.
—¡Detente! —le pedí nerviosa.
Él me ignoró.
—¡Detente ahora mismo! —le exigí. —¡Detente ya!
Entonces lo hizo. Frenó tempestuosamente y yo bajé del asiento como pude.
Me tambaleé sobre la acera, pero logré recobrar el equilibrio.
—¿¡Estás loco!? ¿¡Qué te pasa!? Conduces como un lunático. ¿Quieres matarnos?
Las palabras salieron de mi boca, mucho antes de que pudiera ordenar mis ideas. No recordaba haber subido a una motocicleta antes y no estaba nada contenta con esa primera experiencia.
Quería alejarme y salir de allí, observé la solitaria carretera y no reconocí la zona en la que nos habíamos detenido. Al mirar a nuestro alrededor, supe que no se trataba del lugar más seguro de Nueva York. Daba mala espina y un poco de escalofríos, y ese desagradable susto en el corazón se sentía mucho peor teniendo en cuenta que me hallaba con un sujeto desconocido cuya identidad se escondía tras un casco de motocicleta.
Los pensamientos que venían a mi mente tampoco ayudaban mucho. Esa noche, ese momento me hizo recordar la noche que me subí al taxi equivocado.
A un paso de ser presa del pánico, tomé todo el valor que quedaba en mi sistema y hablé con la mayor normalidad que pude.
—Agradezco la ayuda, pero no pretendo morir hoy —le dije tratando de sonar lo más serena posible.
Recordé que no es bueno demostrar el miedo.
El hombre apagó la motocicleta y bajó de ella. Instintivamente retrocedí cuando se acercó peligrosamente.
—Ya hizo suficiente por mí. Soy capaz de arreglarmelas yo sola —balbuceé nerviosa.
—¿Estás segura? —musitó una voz ronca desde el interior del casco que me resultó familiar.
Traté de agudizar mi oído, pero fue inútil, no logré identificarla con precisión.
—Sí, no hay problema —dije tratando de sonar segura de mi misma.
Para ser honesta, estaba a punto de salir huyendo cuando empezó a despojarse de aquel objeto que cubría su cara.
—¡Oh por Dios! —exclamé súbitamente.
—Sorpresa... —dijo sin gracia.
—¡TÚ!
Tomé aire.
—¿Tú participaste en la carrera? ¿Eras tú todo este tiempo?
—Sí —respondió como si nada.
ESTÁS LEYENDO
Dos Vidas
Fiksi RemajaAmanda Miller, es una chica de 17 años cuya adolescencia ha sido tan común como cualquier otra. Cuenta con una familia que la adora, amigos y un futuro prometedor al ser admitida en una de las universidades más prestigiosa de los Estados Unidos. Sin...