Sentimientos inesperados

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Luego de aquel incidente, no tardamos demasiado en salir de allí. Pero no fuimos directo a casa como yo esperaba. Derek cambió la trayectoria y decidió hacer una rápida parada antes de llegar a casa de sus tíos.

—¿Dónde estamos? —pregunté al no reconocer el vecindario.

—Allí vivo —dijo señalando con su dedo índice el edificio que se asomaba frente a nosotros.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando se estacionó.

—Vine a cambiarme. No quiero llegar así a tu casa y correr el riesgo de ser interrogado.

Yo observé mi vestido, el cual tampoco está en su mejor estado.

—También puedes cambiarte si gustas. Linnet siempre deja cosas suyas por allí cuando viene a quedarse.

—Está bien —respondí y lo seguí.

El One Madison Park, no sólo es un rascacielos que funciona como edificio residencial, sino más bien, un tallo elegante y delgado, bastante imponente a simple vista. Una vez dentro, destaca el bonito diseño de interiores contemporáneos.

Derek saludó al portero que nos examinó de pies a cabeza.

—¿Todo bien, señor Versteeg? —le preguntó el hombre mayor.

—Todo bien, Harold —contestó sin detenerse.

El hombre asintió y Derek me condujo al elevador. Entramos y tan pronto oprimió un par de botones en el panel de control comenzamos a ascender. Las puertas se abrieron en el piso cincuenta y ocho. Lo primero que vi fue un pequeño vestíbulo bien decorado, unas puertas de doble hoja de color blanco perla con manijas doradas y adornos florales en cada esquina.

—Bienvenida —me dijo cuando abrió aquellas puertas para mí.

—Gracias —contesté, examinando discretamente todo a mi alrededor.

Continué caminando al interior del penthouse. Este me pareció abrumador, arrogante y bastante bonito. Muchos metros cuadrados distribuidos en dos plantas, con amplísima ventanas que van del piso al techo y proporcionan una vista panorámica de la ciudad.

—¿Quieres algo de tomar?

—No, gracias. Estoy bien.

—De acuerdo. Entonces, acompañame arriba. Te mostraré el baño.

Me guió hasta llegar a una de las habitaciones que parecía más una habitación de hotel de lujo sin estrenar. Entró junto conmigo y buscó en el armario unas prendas de ropa de su hermana.

—Creo que esto te servirá.

Dijo y dejó todo sobre la cama. Un vestido amarillo con estampado floral, una chaqueta negra y unas zapatillas a juego.

—Gracias —contesté esperando que saliera de la habitación.

—Perfecto.

Acto seguido, salió dejándome sola. Sin perder tiempo, tomé la ropa que reposaba sobre la cama y entré al baño. Examiné mi rostro en el espejo; todavía me dolía la mejilla. Abrí la llave del lavabo para refrescarme la cara y quitar todo el maquillaje. Me sequé con una pequeña toalla blanca y me apresuré a quitarme el vestido azul que traía. Por suerte, Linnet y este cuerpo que ocupo son de la misma talla, así que la ropa encajó a la perfección. Por último, me solté el largo cabello rubio y lo cepillé. Luego de eso, tomé mis pertenencias y salí de allí.

Mientras buscaba el camino de regreso a la sala de estar, me topé con la habitación de Derek; la puerta estaba entre abierta y al asomarme pude verlo de pie frente a la enorme ventana. Hablaba por su teléfono celular con su hermana. Ya se ha cambiado de ropa; ahora lleva jeans azul y suéter gris de algodón. Cuando empezó a caminar por la habitación, tuve miedo de que me atrapara fisgoneando. Me aparté rápidamente de la puerta y prácticamente corrí hacia las escaleras, bajé con cuidado y tomé asiento en uno de los finos muebles. Por varios minutos me quedé allí apreciando la bonita vista sin siquiera moverme. Estaba completamente cohibida. No es lo mismo estar en un lugar público con un chico, que estar ambos solos en su casa. Y aunque no había una señal de insinuación por ningún lado, me encontraba nerviosa y con ganas de volver a mi zona de confort. Mientras esperaba que Derek apareciera para poder irnos, decidí reposar la cabeza en el cómodo sofá. Los párpados cada vez se tornaban más pesados y me costaba mucho mantenerlos arriba.

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