La mejor forma de describir los acontecimientos sucesivos, sería comparar los hechos con una cruel pesadilla, de esas donde tu más grande anhelo es despertar cuanto antes para que todo termine pronto, pero este no era el caso, y desearlo no cambiaba nada.
El alboroto desenfrenado y la agonía que me comprime el pecho se estaba volviendo insoportable.
En medio de todo aquello recordé algo que una vez leí...
«El afecto personal es un lujo que sólo puedes permitirte una vez que han sido eliminados tus enemigos. Hasta ese momento, tus seres queridos se convierten en rehenes, minando tu coraje y corrompiendo tu juicio».
—¿¡Por qué disparaste!? ¿¡Por qué!? ¿¡No había necesidad!? —grité sollozando, mientras el lunático me empujaba dentro de la camioneta.
—¡Enciénde la camioneta y sácame de aquí! —gritó Paul, al tiempo que volvía a detonar su arma, pero esta vez, contra los guardaespaldas que se cubrían detrás de los enormes pilares de la mansión.
Renner estaba a punto de alcanzar su objetivo. Sin embargo, no me permito afligirme. El personal de seguridad no responde con más disparos porque tratan de protegerme. Hay mucho forcejeo, poca visibilidad y darle a un blanco en movimiento con un rehén como escudo, resulta una tarea complicada hasta para hombres entrenados como ellos. No quieren arriesgarse y prefieren esperar el momento preciso o un pequeño error por parte de mi captor.
Paul Renner, me lanzó las llaves y se montó en el asiento trasero sin dejar de amenazarme con su arma.
—¡Enciende la maldita camioneta!
—¡No sé conducir! —le advertir al tiempo que introducía la llave en la ranura.
Paul volvió a disparar sacando la mano por la ventanilla. Mientras que mi espíritu cobarde desea ser absorbido por la tierra.
—No pierdas más tiempo! ¡Sácame de aquí! ¡Ahora!—vociferó.
Mis manos al igual que todo mi cuerpo no dejan de temblar haciéndome todo doblemente difícil.
«Si no intento hacer lo que me dice, va dispararme» pienso.
—¡No sé qué más hacer! —le digo buscando que comprenda mi angustia, pero es inútil.
El hombre está enfurecido y termina colocando la pistola en mi cabeza. El orificio del arma de fuego está caliente y siento como el calor pasa a través del cabello y quema la piel. El momento es mucho más fatídico que como se percibe en las películas. Creo que jamás podré olvidar este episodio, si es que logro salir viva de toda esta locura.
—¡Maldita sea! ¡Muévete! ¡Conduce! ¡Haz algo! —gritó presionando el arma contra mi cabeza.
En este punto, las lágrimas caen solas por inercia. Nerviosa y aturdida terminé de girar la llave y el motor de la camioneta reaccionó enseguida. Quité el freno de mano, como el lunático me ordenó y el vehículo inmediatamente se movió muy rápido hacia el frente, al pisar el freno enseguida se detuvo de golpe.
Alcé la mirada y lo que está frente a nosotros es un camino plagado de automóviles de algunos de los invitados a la fiesta. Otro problema, nada estaba saliendo bien para mí. Respiré hondo antes de girar el volante hacia la dirección a la que deseaba dirigirme y pisé el acelerador. No tengo mucho control de la camioneta, golpeo cada auto estacionado debido al poco espacio que tengo para andar. Destruyo varios espejos retrovisores en el camino, los vidrios estallan, la camioneta se estremece como si hubiese sido poseída y los disparos continúan. Esta vez, los guardaespaldas le responden de la misma manera a Paul.
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Dos Vidas
Genç KurguAmanda Miller, es una chica de 17 años cuya adolescencia ha sido tan común como cualquier otra. Cuenta con una familia que la adora, amigos y un futuro prometedor al ser admitida en una de las universidades más prestigiosa de los Estados Unidos. Sin...