Sucesos

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No soy culpable de lo que Hailee hiciese en el pasado pero la mirada de Linnet me hizo sentir detestable y llena de vergüenza porque era yo quien estaba pagando los platos rotos por las imprudencias de una chica que yo ni conocía.

Algunas cosas empezaban a cobrar sentido ahora que sabía lo que había sucedido para que Derek no me dirigiera la palabra o se mostrara hostil conmigo.

—¿Cuándo fue eso? —pregunté.

—En la fiesta de tu pasado cumpleaños. Exactamente un mes antes de sufrir el accidente que te dejó en coma.

—Supongo que hacerle eso a tu hermano no te causó gracia. Entendería si al igual que él optaras por no dirigirme la palabra.

—Por supuesto que no me gustó lo que hiciste. Te aseguro que no estaríamos conversado de no ser porque te creo cuando dices que no recuerdas nada. Y no es que eso te exonere de la culpa pero tampoco puedo seguir juzgándote. 

Aunque no provinieron de mí las palabras que causaron daño a su hermano, estimé conveniente ofrecerle una disculpa y agradecerle que después de los acontecimientos que ocurrieron ella continuara hablándome y sobretodo se atreviera a confiar en mi palabra.

—No es a mí a quién le debes una disculpa—dijo Linnet.

Bajé la mirada al suelo y suspiré desanimada.

—Pero agradezco que lo hagas—acotó al tiempo que puso una de sus manos sobre uno de mis hombros.

Sonrió levemente y me indicó seguirla a la cocina.

—Muero de hambre—musitó cuando entramos a la enorme cocina.

Louisa y Sarah se encontraban allí realizando sus quehaceres mientras escuchaban las noticias que transmitían en el bloque informativo del canal televisivo Fox news 5.

Oh, cielos. Es tan triste—susurró Louisa.

—Solo alguien muy retorcido es capaz de hacer algo tan espantoso—contestó Sarah.

—Pobre chica—comentó Louisa un tanto apesadumbrada por la noticia que narraban en la televisión.

Linnet y yo nos acercamos para sentarnos en unos de los asientos frente a la isla a mitad de la cocina. Tanto Louisa como Sarah se sobresaltaron un poco al notar nuestra presencia e inmediatamente una de ellas alcanzó el control remoto para apagar la pantalla de plasma y volver a sus tareas domésticas.

—Déjala encendida. Quiero escuchar—le dije a Louisa y ésta asintió y dejó el control a mi alcance. 

—¿Qué desean desayunar?—preguntó Sarah tímidamente.

—Lo que sea para mí está bien—soltó Linnet.

Sarah le devolvió la sonrisa. 

—Y usted, señorita, ¿Qué desea?

—Lo mismo que le des a Linnet. Y por favor, llámame por mi nombre. No es necesario tanto formalismo.

—Discúlpeme. Es la costumbre—respondió apenada. 

—Descuida... —le dije y sonreí. 

Por su parte, Linnet estaba con los ojos bien abiertos observándome.

—¿Qué ocurre?—quise saber cuándo me quedó mirando con ojos llenos de sorpresa.

—Nada. Sólo que en cinco años viviendo en la misma casa jamás te vi ser tan amable y cortés.

Abrí la boca para decir algo pero ella me interrumpió.

—Creo que se llevaron a Hailee y dejaron a otra persona en su lugar.

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