Latente

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Unos golpecitos azotaron la puerta de la habitación y como consecuencia me sobresalté. Observé a Ethan que continua acompañándome y le suplico que se marche.

—Debes irte —le digo apresuradamente.

—Es Derek. —Confirma. — Nuevamente molestando. —Añade con mala gana.

—Con más razón tienes que irte, — y lo empujo en dirección a la ventana.

Ethan tiene una sonrisa burlona en el rostro y eso me desespera. El ángel es un dolor de cabeza cuando se lo propone. 

—Déjame saludarlo —me dice.

—Ethan, por favor. —vuelvo a suplicar. Otro encuentro entre estos dos me aterra.

Pronto la perilla de la puerta empezó a girar y yo palidecí cuando la puerta se abrió.

—Hola —me saluda Derek.

No sé qué decir, no me salen las palabras. Mi corazón salta dentro del pecho.

—¿Qué ocurre? —pregunta Derek al ver que no soy capaz de emitir una sola palabra. 

Desconcertada, examino mi alrededor y me doy cuenta que Ethan se ha esfumado.

"Lo hizo en el último segundo" pienso.

Suspiro aliviada. El alma me regresa rápidamente al cuerpo y me acerco a Derek para hablarle.

—Que sorpresa. ¿Qué haces aquí? —pregunto con la respiración un tanto agitada por las recientes emociones.

—No puedo dormir. Y vine a preguntarte si quieres acompañarme a nadar.

—¿Nadar? —repito.

—Sí, es bueno para el insomnio. ¿Te ánimas?

Eso es otra de las cosas que no aprendí antes de despertar en el cuerpo de otra persona.

—No sé nadar —admito.

—Te enseñaré. Créeme es mucho más fácil que aprender a conducir. —Dice animado.

Dudo por unos segundos, pero el hace otro comentario y me convence.

—Está bien —le digo.

—Te espero en la piscina —Dice antes de darme un beso en los labios y marcharse.

Cuando me encuentro a solas, tomó el teléfono y le marco a Ethan para agradecerle por haber evitado otra confrontación.

—Gracias por evitarme un mal momento. —Es lo primero que digo cuando contesta la llamada.

—No fue nada. No volveré a interferir entre ustedes. —Me dice y siento que se trata de una advertencia.

—De todas formas, gracias.

—Olvídalo. ¿Sigue en pie lo de mañana? —Me pregunta y algo me dice que intenta cambiar el tema.

Le sigo la corriente.

—Sí. Todo sigue en pie.

—Paso por ti a las diez —me recuerda.

—De acuerdo.

Ambos nos despedimos y finalmente dejo el teléfono celular sobre la cama para ir a cambiarme.

Minutos más tarde, me encuentro con mi novio en el área de la piscina. Él ya está bañándose, sumergido y nadando cómo pez en el agua.

La noche es cálida y agradezco que sea así cuando me deshago de la bata y todo lo que llevo puesto es un diminuto traje de baño. El bañador de dos piezas es de color azul marino y me parece que combina con los colores de la piscina. Tomé asiento al borde de la misma e introduje los pies para probar la temperatura del agua, la cual, encuentro refrescante.

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