Acusaciones

616 65 23
                                    

Derek no pudo ocultar su descontento. Cambió por completo el semblante y yo me pregunté si entre ellos pudo haber existido un conflicto en el pasado. 

—Risitos de oro vino a saludar —espetó —; será mejor que vayas a atenderlo.

Seguro algo había ocurrido pero no le di más importancia e ignoré su comentario.

—¿Vienes ésta noche? —pregunté antes de salir de su auto.

—Pensándolo bien, tengo cosas que hacer. Tal vez otro día.

Unos segundos antes estaba segura que aceptaría. Así que su respuesta me tomó por sorpresa.

—Está bien. Lo entiendo.

—Hailee...

—¿Qué?

—Ya debo irme —me dijo.

Sentí como la sangre se instaló en mis mejillas. Estaba retrasándolo al no terminar de bajar de su automóvil.

—Sí, claro. Disculpa.

Abrí la puerta y bajé.

—Adiós —le dije.

Derek apenas alcanzó despedirse antes de pisar el acelerador y marcharse por donde habíamos llegado. Me quedé estática, de pie mirando como el automóvil se alejaba hasta que salió de mi vista.

—Hailee.

Me giré y allí estaba Liam Belford. Parecía ser más alto de lo que recordaba y bajo la luz solar su cabello se notaba más rubio que la primera vez que lo vi.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Bien.

—Luces fenomenal. Me alegra verte recuperada.

—Gracias. 

—Estuve esperándote para hablar contigo.

Suspiré antes de hablar.

—Liam ya hablé con Rebecca. Escuché su historia. Así que ésta conversación no es necesaria.

Me dirigí al interior de la casa.

—Espera —me dijo sosteniendo mi brazo cuando pasé junto a él.

Miré su mano y luego su cara con total desaprobación. Entonces comprendió y se apresuró a soltar mi brazo.

—Disculpa. Sólo quiero hablar un momento a solas contigo.

No me desharía de él tan fácilmente.

—Entremos.

Sonrió levemente y me siguió. Lo invité a tomar asiento en el sofá de la sala y cuando Liam intentó acariciar mi mano la quité.

—No sé que te habrá dicho Rebecca. Pero jamás te engañé, Hailee.

—No importa lo que ella me haya dicho.

—Rebecca y yo salimos un par de veces pero no ocurre nada serio entre nosotros.

—No tienes la obligación de darme explicaciones.

—Pero quiero hacerlo.

Sus ojos brillantes están fijos en los míos. Lo animé a continuar hablando y prosiguió:

—Quise hablarte mucho antes. Quise hacerlo apenas supe que despertaste. Pero me dijeron que no estabas completamente recuperada. Habías despertado pero tus recuerdos no estaban.

Eso era bastante conveniente para él, pensaba mientras hablaba.

—El día de la fiesta de bienvenida quise hablarte pero cuando me miraste como a un completo extraño aquella noche, no tuve el coraje de siquiera acercarme lo suficiente.

Dos VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora