CAPITULO 14.

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Los rumores acerca de mi relación con Sara se hacían cada vez más grandes. Emiliano se había encargado de difundir entre sus amistades la "noticia" del noviazgo de su hija menor. Tenia que arreglar aquello, comenzaba a creer que esa chica era un error en mi vida, yo no tenia una relación con ella ni la tendría jamás ¿Por qué Emiliano se aferraba tanto a ello? Eso me hizo recordar la misteriosa charla entre Sara y su padre:

- Que si papá, ya te dije que necesito tiempo

- Pues date prisa, porque no pienso quedarme en la calle

Ahí había gato encerrado, Emiliano quería utilizarme y creía saber para qué.

Un par de timbrazos me sacaron de mi ensimismamiento y tuve que levantarme a abrir. El día se nublo cuando lo vi, casual. Telepaticamente lo había atraído, puse los ojos en blanco pero él ignoro mi gesto sonriendo hipócritamente.

- Alex - me ofreció una mano, la cual acepte por pura educación - ¿está tu papá? - me hice a un lado para que pasara y lo buscara el mismo, lo que menos quería era verle la cara a Fernando.

- No se, búscalo en su despacho

- Pronto se te quitara lo malcriado - dijo por lo bajo, creyendo que yo no lo había escuchado. Sonreí de medio lado y regrese al sofá a seguir sorteando canales hasta encontrar algo bueno para ver.

No habían pasado más de treinta minutos cuando los gritos en el despacho de Fernando se hicieron presentes.

- Maldita sea, esto no puede estar pasando Emiliano - se oía furioso. Quise saber más y me acerque a la puerta

- No entiendo qué es lo que sucedió - Emiliano, por el contrario, se escuchaba muy tranquilo.

- Pues has algo, no voy a permitir que me sigan robando. Tu eres el encargado de la administración de la empresa y si no le encuentras solución a esto tu seras el único responsable - ¿Robo? Ahora si, las cosas encajaban un poco más. Emiliano y Fernando eran socios en una empresa editorial que hacia dos años Fernando había fundado. Mi padre era el socio mayoritario con un setenta y cinco por ciento de las acciones en su poder. El nombre del estafador era más que obvio, pero claro, Fernando nunca sospecharía, él no podía ver más allá de si mismo.

A mi me importaba un carajo que su estúpida empresa se fuera al trasto. Así Fernando sabría lo que duele perder algo que tanto se quiere.

Por la tarde fui a recoger a Catalina al colegio.

Quería verla a ella, después de lo ocurrido el sábado en casa de Julieta no podía dejar de sentirme como una basura. La escena se repetía una y otra vez en mi cabeza, ¿Por qué? ¿Quien le hizo qué, para que ella se pusiera tan mal? Esas eran las preguntas que todo el fin de semana me habían aquejado.

Absorto en mis pensamientos no note el momento en que todos comenzaban a salir y menos cuando se formo un circulo enorme en una esquina de la calle. ¿Qué pasa? mi pregunta fue contestada cuando todos comenzaron a gritar "pelea, pelea". Busque a Tania y a mi hermana por todos lados, un escalofrío recorrió mi columna erizandome el vello de la nuca, temí lo peor. Me acerque al tumulto, se empujaban unos a otros para poder ver a quien quiera que estuviera en el centro. Rezaba por que no fueran Catalina y Tania. Me abrí paso a empujones, recibí insultos, codazos en las costillas y uno que otro manotazo por parte del público, los vitoreos me estaban dejando sordo y aumentaban mis nervios. La sangre me heló en las venas al ver a Catalina furiosa, busque desesperado a la persona con la que discutía, suspire aliviado al ver que esa persona no era Tania sino ¿Julieta? Sabia que su paciencia no duraría mucho, ellas nunca se habían llevado nada bien, llegue a pensar que Julieta sentía celos de mi hermana. Gracias a los gritos no podía escuchar lo que le decía una a la otra, mi mirada se desvío hacia la chica detrás de Julieta. Mis ojos se encontraron con los de una Tania aterrada. Logre acercarme un poco más y por fin pude escuchar lo que decían:

Hecho para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora