INTRODUCCIÓN

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Que hermosas se veían las tres, era el cumpleaños número cinco de Catalina. Su vestido rosa pastel era largo y ampón, sus zapatitos negros de charol brillaban bajo la luz, el encaje blanco transparente de sus calcetas sobresalía un poco. Su cabello rizado recogido en dos coletas le daba un tono angelical a su rostro. Mi hermana menor era la niña mas linda. Katya   también lucia bien con ese vestido verde floreado que resaltaba aun más sus ojos aceitunados, con su piel blanca y su cabello cayendo en cascadas hasta la mitad de su espalda con un par de horquillas en lo alto de su cabello. Mamá había preparado un pastel para festejar a mi hermanita. Emocionados corrimos a la cocina para buscar platos y cucharas pasteleras, un cuchillo para que Cata partiera el pastel. Apagamos las luces y encendimos la vela de cenicienta que mamá había comprado, era la primera vez en mucho tiempo que se respiraba paz en aquella casa, sin él todo era diferente. Cero gritos, cero golpes, cero platos y vasos rotos, todo estaba bien, perfecto incluso. Lamentablemente esa paz no duro mucho.

Dos golpes desesperados en la puerta interrumpieron aquel momento de felicidad, mamá se puso tensa y sus ojos se llenaron de lágrimas. Me levante de mi silla y ella me indico con un gesto de la cabeza que no fuera, que no abriera aquella puerta, pues ella sabia que si lo hacia nuestras vidas cambiarían. Yo tan solo tenia seis años, aún no comprendía muchas cosas.

- Abran la puerta - una voz gruesa atravesó la puerta sobre saltándonos a todos. Mi corazón martilleaba, temí por mis hermanas y mi madre. Mamá abrazaba a Catalina y a Katya mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, apague la vela dejándonos así en una oscuridad total. - abran esa maldita puerta o la tiraré - No podía permitir que le hicieran daño a las mujeres que más amaba. Un disparo y el cerrojo de la puerta fue botado, la luz proveniente de afuera me permitió ver a un hombre alto con una redonda barriga. Mamá nos oculto detrás del sofá grande, puso su dedo índice en sus labios indicándonos que no hiciéramos ruido, mis hermanas y yo asentimos al mismo tiempo. La luz del corredor se encendió, desde donde estaba pude ver al hombre que acababa de entrar, traía un puro en la mano derecha, la cual era cubierta con un guante negro de piel, anillos dorados adornaban sus regordetes dedos de la otra mano. Sonrió dejando ver un diente de oro, ese gesto me hizo estremecer de la peor manera, era un hombre horrible. Camino lentamente hacia la cocina y luego hacia la sala, sabía que nada de eso estaba bien, sabía que algo malo iba a pasar, pero sobre todo sabía que aquella noche marcaría mi vida y la de las mujeres que amaba.

CAPÍTULO 1.

Siete años después...

- ¿Segura que no vienes? - pregunté a Catalina, que estaba sentada en el sofá leyendo un aburrido libro.

- No, tengo cosas que hacer - sonrío nerviosa sin mirarme.

- ¿Cosas más importantes que estar con tu novio?

- A ver Alex, a Fabián lo vi el jueves - dijo poniendo los ojos en blanco - tampoco quiero ser como esas chicas que están de encimosas con sus novios todo el tiempo

- Como quieras - dije encogiéndome de hombros - nos vemos después - tome mis llaves y me marche dejando a mi rara hermana en la sala.

Llegando a casa de Fabián, le pague al chófer y salí del taxi. Me acerque a la puerta, pero ésta se abrió antes de que yo tocara el timbre, me encontré con mi mejor amigo, Fabián, quien me recibió con un fuerte abrazo.

- Alex, cuánto tiempo sin verte - hizo un gesto indicando que entrara a la casa - te he echado mucho de menos.

- Demasiado tiempo hermano - no lo había visto desde hacía casi un año, la única persona con la que él hablaba desde que llego era con mi hermana.

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