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El móvil sonó con una canción del grupo Oasis a todo volumen, y observé desde mi escondite cómo los Despiertos se miraban entre ellos desconcertados.

Colgué la llamada enseguida, para que pareciera que la supuesta otra persona que tenía el móvil es la que lo había hecho para no delatar su posición.

- ¡ Aseguráos, no quiero que ningún humano se nos pase por alto ! - gritaron, y sonriendo para mi misma, ví cómo el hombre que vigilaba la puerta iba en busca del móvil.

Uno, dos, tres...  Conté mentalmente y tras una bocanada de aire me levanté de sopetón y eché a correr hacia la puerta, abriéndola de un empujón mientras que se escuchaban sus gritos de alarma.

Con el latido de mi corazón en los oídos, apenas percibí cómo la puerta volvía a abrirse.

- ¡ Atrápala, que no se escape !

Miré a mi alrededor agobiada.

<< Sus habilidades en la lucha son... Si tienes la más mínima sospecha, te aconsejo que huyas. Sino, dentro de poco estarás muerta >>

No podía combatirles. No podía correr más que ellos. No era más fuerte que ellos.

Pero tampoco podía rendirme.

Mientras seguía corriendo, mi mirada se posó en una harley superlow del aparcamiento.

Genial, las llaves están puestas.

- ¡ Dispara, dispara !

Me dije a mi misma lo que sabía de cómo conducir una moto, es decir, lo básico.

Coge el freno, pulsa el botón de encendido y gira el manillar derecho suavemente.

La moto arrancó, y agaché la cabeza al escuchar disparos tan cerca de mi.

- ¡ Mátala !

Quité la pata de la moto echándome hacia delante. Una bala se incrustó en la matrícula.

Zigzagueando, comencé a moverme, rezando para que éste día no fuera el último.

En menos de lo que pensaba, la moto cogió velocidad y me fui alejando del aparcamiento, aunque no del peligro.

- ¡ Ah ! - grité de dolor cuando un disparo me rozó el hombro, casi perdiendo el control del vehículo.

Logré enderezar el manillar en el último minuto, e ignoré el dolor que sentía.

Giré la cabeza un segundo para mirar detrás de mi.

Él seguía disparando con la mandíbula tensa, pero ya estábamos a demasiada distancia.

Sus ojos ardían sobre los míos, chispeando odio en sus iris ahora de color naranja.

Uno de los Despiertos, que debía de tener su misma edad, le puso una mano sobre el hombro y el viento me trajo sus palabras :

- Déjalo, Alex. De todas formas no durará mucho tiempo.

Estado: FugitivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora