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Cinco días más tarde, mi brazo ya podía hacer la mayoría de las funciones para las que estaba destinado, aunque de vez en cuando le daba algún que otro pinchazo de dolor.

Por primera vez en mucho tiempo, la comida me sobraba, así que pasé unos días "la mar de tranquilos".

Aburrida, y sin saber que hacer, deambulé por la casa hasta llegar al salón.

Me quedé viendo un pequeño y antiguo televisor, y me pregunté si al no estar conectado a la red eléctrica actual seguiría funcionando.

Me arrodillé frente a él, y lo encendí. La sucia pantalla mostraba lineas zizagueantes en blanco y negro, señal de que no había canales que ver.

Saqué una caja con viejos filmes, y me llamó la atención uno que, a diferencia de los demás, estaba particularmente nuevo.

Lo metí en el lector de DVD's , y tras un molesto sonido la grabación comenzó a reproducirse.

Me sorprendí al ver a un niño de unos ocho años justo en el sillón en el que me estaba sentando.

" Videodiario número diecisiete" comenzó a hablar con una voz muy aguda "Ha llegado mi final. Papá ha muerto de hambre, para regalarle sus raciones a mamá, pero el virus la ha consumido también. No me queda nadie, y no pienso librar este infierno solo. ¿ Para qué ? No hay mundo por el que luchar. Ellos han ganado. No hay tierra, no hay humanidad. Antes, la solo idea de morir me aterraba. Si me preguntáris ahora, os diría que esa oscuridad no tiene comparación con la que estoy viviendo" . Y sacó una pistola, se apuntó a la cabeza, y disparó.

Estado: FugitivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora