Capítulo 1

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La forma en que la esquina de la hoja se dobla bruscamente cuando la saco de la carpeta hace que un bufido irritado escape de mis labios. Odio que pasen esas cosas. Sobre todo porque luego no hay manera de volver a dejarla recta y sin la marca de doblez. Encima es la hoja que tengo que presentar en la universidad.

Miro las tres personas de mi edad que tengo delante, en la fila, esperando para ser atendidas. Atrapo mi labio inferior bajo los dientes y levanto la rodilla para apoyar la carpeta y luego la esquina de la hoja en ésta. La aprieto contra la azul y limpia superficie, luchando para no exaltarme cuando la esquina continúa levemente doblada.

No me considero alguien enfermo, pero sí debo admitir que mi cuerpo suele tener la necesidad de organizarlo todo. Absolutamente todo. Soy torpe si no me organizo, así que desde pequeño mi madre me ha enseñado cómo hacer listas y horarios, colocar los objetos por colores u orden alfabético, hasta mi ropa tiene que estar lisa. Es como con las hojas: una marca o arruga solo muestra desorden en la persona.

—Siguiente —oigo de repente y levanto la cabeza cuando una mano me empuja desde atrás. Miró sobre mi hombro; un chico más alto que yo y con cara de mala hostia mueve su barbilla endurecida para indicarme que mire frente a mí.

Las tres personas han desaparecido y yo parezco un idiota parado todavía en mitad del pasillo, con bastante gente a mi espalda además de ese chico. Me llevo la hoja y la carpeta al pecho. Hago una leve reverencia de disculpa hacia ellos antes de caminar todo lo que me falta para estar delante de la ventana de Secretaría.

—Nombre —me pide la mujer que tengo frente a mis ojos. Me subo las gafas con el dedo índice y observo que no aparta la mirada de su ordenador ni un segundo a través de mis perfectamente limpios cristales.

—Lee Donghae —respondo con voz más nerviosa de lo que pretendía.

La secretaria estira una mano mientras teclea con la otra y yo le doy la hoja. Cuando la pone en la mesa a su lado sin cuidado, mis ojos se abren y un pequeño jadeo escapa de mis labios. Acaba de echar a la basura mi lucha por dejarla lisa.

Aparta sus dedos huesudos del teclado, coge un cuño, lo llena de tinta y lo golpea contra la hoja en cualquier parte, manchando incluso su mesa al hacerlo. Mi madre le habría gritado que limpiara eso antes de que siquiera hubiese ocurrido. Pero la secretaria solo coge un sobre y me lo da junto a la hoja mientras mira al chico que tengo detrás sin cambiar de expresión.

—Siguiente —vuelve a decir.

Me hago a un lado para no volver a interferir en el camino de ese chico y me siento en el banco de madera que tengo al lado. Tardo menos de cinco minutos en meter la hoja en el sobre y éste, a su vez, en la carpeta. Al instante me levanto, mucho menos nervioso que hacía unos minutos.

Fuera del edificio, mi madre continúa hablando con el que según ella va a ser mi profesor de literatura inglesa. Respiro el aire cálido de septiembre con cierta nostalgia, pues hace un par de días que hemos entrado en octubre y el frío no tardará mucho en llegar. Tampoco mi cumpleaños va a tardar mucho; trece días para ser definitivamente mayor de edad. Aún no me lo creo. Y mamá tampoco, por supuesto.

Ella está al otro lado de la calle, con el bolso colgado del brazo, justo en la zona que dobla el codo. En esa postura que muchos llaman "mano suelta" pero que para mamá parece más bien su sello de identidad. Sus zapatos de tacón la hacen parecer tan alta como el hombre y su vestido verde contrasta demasiado con el rojo de la pared a su espalda. Parece la escena de una postal de navidad.

Río solo mientras camino hacia ella. En cuanto estoy a su lado, pone una de sus manos muy suavemente sobre mi hombro y se despide con profesional y falsa amabilidad -esa que ha adquirido gracias a larguísimas charlas con las vecinas- de él, que se va después de intercambiar una sonrisa conmigo.

Hanyauku [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora