—Qué falsa llega a ser la gente —dice mamá mientras se pasa el cepillo por el pelo. La miro desde el umbral, pero ella está más centrada en observar su reflejo en el espejo— Mira que no decirme que su hija estaba en coma. Me alegra que la prensa se haya enterado de todo. Se lo merecía, ella y toda su familia. Menos mal que volviste antes de que la policía llegase a casa de Hyukjae. Nunca me ha caído b... ¿adónde vas?
Llevo un traje negro que creo que no me he puesto nunca y aprieto la rosa blanca entre mis dedos, cogiendo aire por la nariz. No me importa que me mire como me mira, ni que frunza el ceño cuando creo que se da cuenta, ni que cruce los brazos sobre el pecho.
—Al entierro —digo, seguro.
Mamá deja el cepillo en su sitio con un golpe y mueve la cabeza de un lado a otro.
—No vas a ninguna parte. He hablado con la madre de Jessica y...
Sé que sigue hablando, pero no la escucho. Meto la rosa cuidadosamente en un bolsillo, aguanto las ganas de arremangarse por el calor, de llorar por la impotencia, de salir corriendo. No puedo creerme que todo esto haya sucedido. Aunque me alegro. Sí, sé que no debería, sé que Sora está muerta y eso es lo peor que podía pasarle a Hyukjae, porque, aunque no he vuelto a hablar con él desde que me dejó en el aparcamiento hace tres días, sé que lo está pasando fatal. Y que se estará echando la culpa.
No sé cómo Junsu ha conseguido mi número, pero agradezco infinitamente que me haya mandado un mensaje con la dirección del cementerio en el que va a ser el entierro. Voy a ir. Voy a apoyarlo. Voy a estar con él hasta que sea necesario y mucho más.
—Me voy.
La he interrumpido y eso me molesta. Entorna los ojos al observarme. Tiene un extraño tic en la nariz cuando comienza a caminar hacia mí y sonríe cuando doy dos pasos atrás. Lo que ella no sabe es que no son porque me dé miedo, sino porque me largo.
Me giro y comienzo a caminar hacia la puerta. Aún no he dado tres pasos cuando me clava las uñas en el brazo y tira de mí hacia ella.
—He dicho que no vas a ninguna parte, Lee Donghae.
Me zafo bruscamente de su agarre.
—Y yo he dicho que me voy.
Retomo mis pasos, vuelve a alcanzarme, vuelvo a zafarme y acelero. Llego a la puerta y abro. Gruñe mi nombre.
—¡Ni se te ocurra salir! —salgo— ¡Como empieces a caminar... —lo hago— ¡Vuelve aquí ahora mismo!
Doy media vuelta sin dejar de avanzar, extendiendo los brazos, con los ojos llenos de lágrimas y un golpe de rabia en el pecho.
—¿Qué? —le grito. Me mira tan furiosa como desconcertada— ¿Vas a castigarme?
—¡A tu madre no le hablas así! ¡Entra en casa y vístete para cenar con Jessica y su madre! ¡YA!
—No —me giro de nuevo.
—¡¿Qué has dicho?!
—¡Que no! —grito sin mirarla, me limpio los ojos y acelero el paso hasta estar casi corriendo. Oigo que me grita, que me amenaza con castigarme como si fuese un niño, incluso creo ver cómo Jessica y su madre salen de casa al oír los chillidos, pero me da igual.
Ahora todo me da igual, menos Hyukjae.
Le doy la dirección a un taxi y éste me lleva hasta el cementerio. Atravesando las calles solitarias y tratando de no mirar las tumbas, llegó a la zona que Junsu me mandó por mensaje. Lo veo sentado, en la cuarta fila de sillas que hay frente un ataúd. No hay nadie más a parte de él, la señora Han que está en la primera fila, un cura de rostro triste y cabeza gacha. Y un cuerpo arrodillado junto al ataúd.
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Hanyauku [EunHae +18]
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