Capítulo 35

9.3K 1.1K 171
                                    

Su nariz se frota con mi pecho desnudo. Respira tranquilo, pero no dormido, abrazado a mi cadera, acariciando mi diamante bajo el bañador. Estamos tirados en una toalla y tan pegados que cabemos los dos sin problema. Olemos a sal, a playa, a protector solar y a tarde de verano. No quiero que sea la hora en la que tenemos que volver a casa. Quiero seguir con nuestras piernas enlazadas y nuestros pies llenos de arena y con sus besos en mi torso sin razón. Y con sus hebras negras entre mis dedos.

—Hyuk —susurro, y él responde con un simple murmullo—, ¿cuáles son esos sueños que no se te han cumplido?

Sus brazos se hacen más firmes a mi alrededor, pero no sé qué expresión tiene su rostro porque no la puedo ver. Sin embargo, soy capaz de suponer, de imaginar, que no es una sonrisa. Quizá una mueca tensa, quizá una amarga. Tal vez simplemente se calle y no me conteste.

"Puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo suficiente", ¿sabes quién dijo eso? —susurro un no que ni siquiera yo oigo, pero él sí— Lewis Carroll.

—El autor de Alicia —murmuro.

Hyukjae asiente. Se desliza hasta estar tumbado de lado, apoyado sobre un codo y mirándome desde arriba. Me da un beso corto que no me espero pero que me gusta tanto como su caricia en mi mejilla después.

—El camino de "baldosas" amarillas —acentúa la palabra como si fuese a hacer comillas con sus dedos, pero no las hace; mantiene una mano en la toalla, la otra en mi rostro y su mirada también, observándome finamente. Fija y dulcemente— Tendría que recorrer todo el muro.

—¿Todo? —me sorprendo. Pero si el muro es larguísimo y las baldosas van desde el borde hasta donde las hemos encontrado esta mañana— Eso es...

—Imposible, ¿no? —me muerdo el labio. No, no iba a decir eso. Solo difícil. Muy difícil pero no imposible— Sora se levantó una mañana, me apuntó con un dedo y dijo "Jae, vamos a la playa". En diciembre. Hace trece años.

Sus ojos se humedecen, pero sonríe. Se mueve de nuevo hasta estar sentado fuera de la toalla porque no cabe. No puedo evitar sentarme también para poder mirarlo directamente, ver sus expresiones, adorar su forma de hablar.

—¿En diciembre? —pregunto, porque siento que tengo que decir algo para que siga hablando. Últimamente se está abriendo mucho a contarme las cosas y no quiero que deje de hacerlo. Me gusta que confíe en mí.

Me gusta sentir que soy más yo que nunca.

—Sora acababa de sacarse el carné de conducir y nos gustaba mucho dar vueltas en su Ferrari. Habíamos visto por primera vez El mago de Oz la noche anterior y —se ríe para no llorar— ella siempre sabía cómo entretener a un mocoso de siete años. Estuvimos horas hasta que se quedó sin gasolina buscando el lugar perfecto para construir un camino de baldosas amarillas. De las de verdad, esas que hay que pagar para que un profesional las ponga, que ya vienen pintadas de fábrica.

—¿Y qué pasó?

¿Por qué son ladrillos? ¿Por qué no rodea todo el muro? ¿Por qué lo hizo Sora?

Se lleva las rodillas al pecho y las rodea con ambos brazos. Apoya su barbilla en ellas, mirando a la nada.

—Sora dijo que no habría magia si lo hacían por nosotros. Así que ella se fue por un lado y yo por otro y nos pusimos a buscar el lugar adecuado para construir. No sé cómo llegué aquí. Vi que no había nadie, que había un muro enorme y llamé a Sora.

—¿Y los ladrillos? ¿Quién los encontró? —me inclino, curioso. Él me sonríe y vuelvo a mi sitio, ruborizándome— Perdón, continúa.

—No —estira una mano para apartarme el flequillo de la frente—, no serías tú si no preguntases demasiado.

Hanyauku [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora