Estoy sentado a lo indio en la cama, con la espalda pegada a la pared y la maleta a medio hacer a mi lado. Su chupa de cuero está sobre mis piernas. "El número al que usted intenta llamar no existe", "está fuera de servicio", "ha sido desactivado". Dejo caer el móvil sobre el colchón y me llevo las rodillas al pecho.
La chaqueta huele a él. Tiene ese toque de tabaco y jabón, de sucio y limpio, del chico malo que en realidad es bueno. La abrazo, apretando los ojos. Me pregunto dónde estará, qué le habrá pasado. Por qué se ha ido.
Por qué me ha dejado.
Me limpio los ojos que lloran y suena el teléfono. Mamá me dice que baje, que está esperándome en la puerta, que me dé prisa. Diez minutos, contesto, es lo único que necesito para despedirme de Yonghwa. Mentira. Ya me he despedido de todos.
La miro, tan negra, tan brillante, tan Hyukjae. Me la pongo y río, amargo. Lo echo de menos. Ella no lo sustituye. Aunque sea grande, tenga su olor, me dé calor. Pero es lo más cerca de él que quizá voy a estar en a saber cuánto tiempo. Si es que no se transforma en un siempre. Bajo de la cama arrastrando los mocasines. Las bermudas y el polo se esconden debajo de ella, y mis manos bajo las mangas.
Subo a su cama. Sus pósters de chicas desnudas nunca han sido un tema de conversación, pero siempre han estado ahí. Siguen pegadas a la pared. Sonríen de forma sensual. Ellas lo han visto, oído y palpado todo. Y se van a quedar en la habitación hasta que alguien decida quitarlas.
Bajo, camino hasta su escritorio, me arremango las mangas para poder estirar las manos. Sus libros todavía están apilados como siempre. El de griego está medio salido de la mesa desde hace tres meses y no he querido tocarlo. Tiene un lápiz marcando una página.
No titubeo. Empujo el lápiz y el sonido de las hojas chocando contra la mesa es muy grave en el silencio a mi alrededor. Página 300. Todo está en griego. Supongo que no es nada especial. No hay más que traducciones en lápiz, apuntes sobre mitología, y un muñeco de palo en la esquina superior de la hoja. ¿Lo ha dibujado él? Me siento en la silla, en su silla, y miro la hoja de después. No hay dibujo. En la de antes, sí. Y en la anterior y en la anterior a esa y en la 296 también. Y más hasta la 0. Cojo todas las esquinas, las paso rápidamente con el pulgar, me muerdo el labio para no sollozar mientras lloro.
El muñeco empieza solo, con la cabeza hecha un círculo, los brazos dos palos, las piernas otros dos, el cuerpo uno. Un brazo a desapareciendo, el izquierdo. Luego el derecho también. Se le cae el corazón. Y rueda hasta casi salirse del libro. Pero aparece otro muñeco poco a poco desde los bordes que termina agachándose a por el corazón. Y aunque intenta dárselo, es imposible, porque el otro no tiene brazos. Así que lo abraza y el corazón se queda atrapado entre los dos, sujeto. Página 0.
Me pregunto si lo habré pasado en el sentido correcto.
Cierro el libro de golpe, me seco los ojos, sacudo la cabeza. Quiero pensar que está bien. Quiero pensar que solo ha tenido un problema y está cuidando a Sora y va a llamarme en algún momento y volverá. Tiene que volver. Siempre lo hace.
Miro sus libros. Están todos ahí, como siempre, con sus papelitos de colores, el lápiz apoyado contra ellos y Alicia en medio. Cojo aire antes de estirar un brazo hacia él y no puedo evitar mirar sobre mi hombro. La puerta no se abre. Lo toco, miro, no. Lo cojo, miro, nada. Lo saco, lo abro, miro. No entra nadie.
Busco la frase de siempre, la de las cosas imposibles. Vuelvo a mirar y no es solo que no entra, es que mi móvil vuelve a sonar. Maldigo en voz baja. No quiero que mamá suba.
Me quito la chupa y cojo el libro. Meto los dos en la maleta, cojo sin cuidado y empujo todas las cosas que me faltan dentro de ella y la cierro. Me cuelgo la mochila del hombro, me aferro al asa. Abro la puerta y me despido de lo que ha sido mi casa durante nueve maravillosos meses.
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Hanyauku [EunHae +18]
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