Me dan la bienvenida (otra vez)

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Me desperté nuevamente en completa oscuridad.

Otra vez no, por favor.

No quería estar sola en ese pozo oscuro. No lo aguantaría.

Pero esta vez, se sentía diferente. Lo sabía de alguna manera.

Algo áspero cubría mis ojos y me impedía abrirlos, como una especie de tela o gasa. Sí, eso era.

No estaba encerrada en la oscuridad infinita. Estaba en otro lugar, pero mucho no me importó; cualquier cosa era mejor que la prisión sombría.

Poco a poco recuperaba mi audición y el murmullo de una conversación me llegaba desde lejos. Tardé un largo rato en ubicar algunas voces. Pude reconocer las de Thomas, Newt, Minho y Alby. Las otras me sonaban vagamente familiares, pero no encontré en mi mente sus dueños.

Al principio no entendía de qué hablaban pero de a poco fui atando cabos.

¿Por qué sigue así? ¿Ya no debería estar mejor?

Recordá que fuiste vos quien la dejó en este estado, cretino—respondió Alby, harto.

Lo dije un billón de veces: no fue mi intención. Fue un accidente. ¿Qué sabía yo que estaba atrás mío?

—Sigue siendo tu culpa. La Novata estaba a tu cargo. Además, todos saben que la odiás. Tal vez lo hiciste a propósito.

Minho... ¿sos joda? Sabía que eras un miertero...

El castigo que te dieron fue muy poco. Te tuvieron que Desterrar por ser tan idiota, ¿sabías? Sos...

¿Pueden cerrar sus mierteras bocas? Me tienen harto.

—Uh, creo que a alguien se le cruzó un cable. Tranqui... la Novata se va a despertar.

—Cállense todos; esto, aunque no lo parezca, es un hospital. Bajen los humos.

Jeff... ¿Vos qué decís? ¿Se va a levantar? —preguntó Newt.

No lo sé... tal vez sí, tal vez no. No podemos saberlo con certeza.

¿Qué clase de respuesta garlopa es esa? ¡Ustedes son los médicos de este lugar! —gritó Thomas.

Calmate, shank, ellos hicieron todo lo que pudieron—respondió Minho.

—Viejo, Minho tiene razón. Serenate. Va a salir todo bien...

— ¡No! ¡NO PUEDO! Ya no...

—Bueno, le tocaron la fibra sensible al nene. En serio, se va a levantar, lo presiento.

Yo seguía igual de quieta como antes, escuchando atentamente lo que los chicos decían.

¿Me había lastimado? Sí, eso sí, podía recordar algo por el estilo... pero, ¿qué me había pasado?

Me hubiese gustado decir que me sentía bien y que no debía preocuparme por nada, al igual que los chicos, pero en ese caso estaría mintiendo.

El dolor que había sentido la vez que me quedé encerrada en la prisión oscura era una caricia a comparación del que sentía ahora. En estos momentos, parecía que alguien golpeaba mi cabeza con una masa con todas sus fuerzas. Una y otra vez.

Seguía dándole vueltas al origen de mi dolor de cabeza cuando me interrumpieron:

Hermosa... ¿No te acordás de lo que te pasó? ¿Del golpazo que te diste? En serio, Lena... Vamos.

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora