Nos traen a una Bella Durmiente

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No era posible.

Era que solamente...

No.

No podía ser posible.

No debería ser posible.

Porque solamente... estaba mal.

¿Otra chica? ¿Otra más? ¿Para qué?

Eso sonó espantoso.

No quería que sonara así.

O sea, que hubiera otra chica más nos vendría muy bien a Teresa y a mí. En todo sentido. Pero...

Que hubiera otra chica más significaba que habría otra alma encerrada en este infierno. Una pobre vida destinada a sufrir terrores y agonías. Y verdaderamente, no quería que nadie más atravesara esta espantosa situación en la que nos encontrábamos.

Reinaba el shock. Nada más que un horripilante desorden. A pesar de eso, se podía vislumbrar en las caras de algunos Habitantes que estaban un poco más tranquilos. Como muchos, debieron creer que algo espantoso iba a salir de la Caja. Incluida yo. De todas maneras, el hecho de que saliera una chica y no un Penitente del cubículo oscuro no hacía que mis nervios se mitigaran. Es más, parecía que los había incrementado. Algo andaba mal.

Pero ya no importaba. No se podían transformar los hechos.

Lo que había pasado había sacado de sus casillas a todos. Los nervios, las dudas y los terrores estaban a la asecho.

Giré la cabeza para poder ver el panorama que me rodeaba.

Obviamente, todos estaban como había predicho: como un coctel de sentimientos; aunque el delirio que nos había invadido parecía ir mitigándose de a poco. La calma empezaba a esparcirse.

Una idea me invadió.

Miré a Nicolás. Pero él ya me estaba mirando.

— ¿Qué está pasando? —me preguntó.

—No lo sé. ¿Tengo cara de saber?—pregunté yo, casi riéndome, nerviosa.

Ambos observamos La Caja. La chica yacía tumbada en el suelo, sin dar señales de vida.

Lo que faltaba.

Que nos hubieran traído una chica muerta.

Busqué los ojos de Newt, ya que parecía tener más experiencia en estos casos. Al encontrarlos, me armé de coraje y pregunté:

— ¿Está... viva?

—No lo sé. Eso creo... eso espero. —Miré esos enormes ojos de osito de peluche, como si al hacerlo todo desaparecería, y lo ocurrido fuera una mala pasada.

Me dedicó una pequeña sonrisa y se giró hacia Alby para hablarle, pero no llegué a escuchar, ya que susurraban.

Lo siguiente que hicieron fue acercarse a La Caja y mirar su interior, como temiendo de que se les abalanzara una bestia del interior. Después de unos segundos de espera, se armaron de coraje y saltaron al interior.

Como si estuviera planeado, todos nos acercamos de a poco a ver lo pasaba. Cómo deseaba tener a mi hermano al lado mío, tal vez así me sentiría un poco mejor, tal vez así el espantoso sentimiento que crecía en mi interior desaparecería.

Levanté la cabeza para buscar a Teresa, ya que hacía rato que no la veía. Quería asegurarme de que estuviera bien. Pasé un rato largo buscándola, y la encontré del lado opuesto al que yo me encontraba, con Chuck a su lado. Al verla, el recuerdo de su voz en mi mente me llenó de golpe, haciéndome sacar piel de gallina. Todavía no podía caer por completo, comprender que ella tenía la misma habilidad que Nath y yo. ¿Por qué eso era así? ¿Acaso había otras personas que podían hacer eso? Sacudí la cabeza, tratando de dejar de pensar en ello.

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora