El rarito tiene una amiga

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El tranquilo silencio en el que nos habíamos sumido fue interrumpido por un sonido ronco provino de mi estómago.

Cuando me desperté (o me despertaron, en realidad), me sentía hambrienta, pero por los hechos que ocurrieron luego, el hambre pasó a un segundo plano. Había pasado bastante tiempo, por eso parecía que me estaban agujereando el estómago con un torno.

Justamente fue eso lo que hizo que Newt se fijara la hora de nuevo, riéndose disimuladamente. Miró su reloj de pulsera y su cara de alarma fue una de las más graciosas que vi en mi vida. O lo que recordaba de ella.

—Uh-uh. Mejor nos apuramos, porque si llegamos tarde nos matan— dijo levantándose de la cama.

—Pero yo soy un zombi. Recién vuelvo de la muerte... o algo así. A lo mejor los zombies no tienen que llegar temprano sí o sí—le contesté, inclinado la cabeza para adelante.

Él puso los ojos en blanco.

—Dale, porque si no, te vas a morir de hambre, y la verdad no tengo ganas de llevar tu cadáver al cementerio —y al decir eso, me tiró la ropa para que me cambiara, que habían dejado en una silla; lo vi caminar el trayecto a la salida y me dejó sola en la habitación.

Me quedé mirando la puerta cerrada como una estúpida. Como si de allí iba a salir la respuesta a la pregunta que me había hecho formular Newt.

¿A qué se refería con no tengo ganas de llevar tu cadáver al cementerio?

Bueno, había "muerto" y demás pero ¿no era un poco pronto para hacer chistes? Tal vez no, porque yo ya había hecho uno, para no levantarme de la cama.

Seguía dándole vueltas a la frase esa mientras que me cambiaba cuando una voz irritada inundó mi mente:

Hay veces en la que sos tan tonta que un babuino procesa las cosas más rápido que vos.

Puse los ojos en blanco. El chico este probablemente no sabía como empezar una conversación normal.

¿Sabés qué? Ni si quiera sé que es un babuino, pero sé lo suficiente como para saber que es un comentario ofensivo... idiota.

Es que...

¿Y vos querés que nos llevemos bien soltando ese tipo de comentarios? ¿Qué tenés en la cabeza? ¿Plopus? Sos un idiota.

Otra vez, me hubiese gustado saber cómo se pegaba un portazo mental, justamente para aplicar en este tipo de situaciones.

Cada vez que hablamos me decís que soy un idiota.

Eso es porque lo sos. Idiota.

Eso solo se lo dije para molestarlo.

Mirá Lena, yo tengo que hacer mi trabajo, que es estar acá con vos, y si eso no te gusta...

No es que no me gusta... lo odio.

Ja ja ja. Qué chistosa que sos.

¿Viste? Soy genial.

Lena, en serio, dejá de hacer estupideces, porque...

No tengo ganas de escucharte.

De la frustración, me tapé las orejas, tratando de bloquear el sonido de la voz del chico.

¿Quién se creía que era? Él no era nadie como para hablarme así. En mi opinión no era más que una vocecita irritante en mi cabeza. Una vocecita irritante a la que tenía que aguantar todos los santos días.

No le permitiría seguir hablándome de esa manera. No le permitiría a C.R.U.E.L usarme como peón en su juego perverso. Así que mientras bajaba las escaleras, creé una muy bonita pared entre la voz de Nathanaël que me seguía hablando y el resto de mi mente. Y, para la alegría mía, la voz dejó de escucharse.

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora