Mi día se pone de cabeza

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Seguía pensando en quién había sido el idiota que había propuesto que empezara a trabajar con Gally.

Sí, está bien, nadie sabía que él me odiara a muerte, pero igual. No era un trabajo que me llamase la atención... ni siquiera esperaba ser útil en él. Sin embargo, me puse a pensar en que esta sería la última vez que trabajaría con el Encargado de los Constructores, esta sería la última vez que debía ser educada con él y él conmigo. Eso me alegró un poco.

—Entonces... Gally, ¿Cuándo llegaste?—pregunté, tratando de encontrar algo del chico que me dijera por qué me odiaba tanto.

Él me miró con recelo, intentando entender mis intenciones. Me encogí de hombros.

—Fui uno de los primeros en llegar al Área. Los primeros Habitantes llegamos en grupo, hace dos años, creo.

—Claro... ¿Y con quién llegaste?

—Otros larchos—dijo él, exasperado—. No sé, Alby, Newt, Nick, George... otros más. Éramos varios, ahora... solo quedamos un par.

De esos chicos que había mencionado solo conocía a dos.

— ¿Y qué les pasó?

— ¿Y a vos qué te parece, Novicia? —respondió él, molesto—. Todos muertos.

Wow. Qué hermoso.

Ojalá no hubiese preguntado.

Con lo último dicho, comenzó a caminar hacia la gigantesca tabla. Lo seguí de cerca por si empezaba a hablar. Terminó de uno de los lados de la tabla, enfrentado a mí.

— ¿Por qué preguntaste esas cosas?—dijo él, mirándome como siempre hacía: con desconfianza—. ¿Nadie te explicó eso?

—No... no me acuerdo. Yo solo quiero entender qué está pasando.

—Entonces sacá un número y espera tu turno—respondió secamente.

—Qué gracioso.

—Lo único que tenés que entender es que en este lugar hay un orden, ¿me captas? Orden. Trabajamos muy duro para que el Área mejore y esté como está ahora. ¿Entendiste Novata?—dijo, agitando un dedo.

—Sí, sí, entendí—respondí, harta de que me tratara como si estuviese dispuesta a destruir el Área.

—Me alegro—dijo él, en tono de burla, poniendo los ojos en blanco.

Ese movimiento no quedaba bien en él. Parecía un demonio. Newt lo hacía ver divertido; en cambio, Gally parecía tener ganas de ser mi próxima pesadilla.

Él se pasó su mano por su grasiento pelo y me dijo, aburrido:

—Primero lo primero. Hay que cortarla en unas medidas específicas. Fijate que en la caja de herramientas hay una hoja con una serie de números. Lo que vas a hacer hoy es dictarme los números, así los marco en la madera y después los cortamos, ¿buena esa? — preguntó. La cara que puso no pudo significar otra cosa: o me ayudas o me ayudas. Completamente sencillo.

—Creo que no me queda otra. Dijiste que estaba en la caja de herramientas ¿verdad?

—Sí. Está en la entrada de la Finca. O por lo menos ahí la dejé.

—Ya me fijo. Ahora vuelvo.

Troté en dirección a la construcción pero no divisé la caja de herramientas de la que Gally estaba hablado.

La busqué con la vista por todos lados. Después de un rato decidí que tal vez la tomó otro constructor.

Volví al trote hacia donde estaba Gally para comunicarle la noticia.

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora