Traen a una alarma parlanchina

89 8 3
                                    

La voz de esa chica hubiese sido capaz de aturdir a un sordo.

El agudo y potente chillido nos agarró desprevenidos y, sorpresivamente, terminamos todos gritando.

Así es. Gritando.

Si esto hubiese pasado en otro lugar y en otro tipo de situación hubiese sido graciosa. Graciosa no. Hilarante.

Me hizo acordar a esos dibujitos que después de encontrar algo horripilante, del susto los protagonistas se abrazaban y, mirando al monstruo, gritaban hasta que paraban y después empezaban otra vez.

Era extraño y triste el hecho de que recordaba la escena y no la cara o la forma del personaje. ¿Cómo demonios era eso posible? ¿Qué diablos habían hecho con nuestro cerebro?

Esos pocos segundos que duró nuestro alarido de sorpresa parecieron interminables. El susto que nos produjo la Novicia hizo gritar hasta a los chicos, Alby y Newt, que por una fracción de segundo me pareció chistoso.

Yo estaba casi flotando sobre el suelo de una manera retorcida y extraña, y lo único que me impedía caerme y terminar destrozada, eran los brazos de Newt que me sostenían por la espalda.

Alby y Teresa estaban peor: la chica, del susto, pegó un salto y terminó en los brazos del muchacho, como si fuese una novia.

Después de pasar la sorpresa inicial la situación de volvió incómoda.

— ¡Porfavorcallate! —gritó apresuradamente Alby, entre enojado y avergonzado por haberse asustado de esa manera, con la cara roja.

La Novicia solo incrementó la fuerza de su continuo alarido al escuchar la voz del Líder. Aparentemente, la nueva chica tenía unos pulmones bárbaros.

Su grito fue poco a poco mezclándose con los sollozos, hasta que terminó llorando desconsolada y ruidosamente.

Estaba volviendo a incorporarme con un poquito de ayuda justo cuando gritó más fuerte y por poco me vuelvo a caer.

—Tranquila, por favor. No te vamos a hacer nada— le decía Teresa, tratando de que dejara de gritar. Se veía que lo único que sabía hacer la Novicia era chillar.

Me la quedé mirando. No sabía qué pensar acerca de esta chica. Los gritos ya no eran necesarios. No la íbamos a matar. Eso estaba claro.

Lo único claro que tenía era que a la chica nueva le gustaba gritar.

Y mucho.

— ¿Estás bien? ¿Estás lastimada? —le pregunté, ya que no paraba de llorar. Tal vez algo le ocurría. Al acercarme para ver si estaba herida, retrocedió bruscamente, como si fuese un monstruo sediento de sangre.

Me quedé quieta donde estaba, levantando las manos a la altura de los hombros, demostrando que me rendía, que no le iba a hacer nada.

Los demás Habitantes estaban perplejos y aturdidos, no sabían que le pasaba a la nueva loca.

Ya todos los que estábamos en La Caja nos habíamos estabilizado, menos la chica, que había abrazado sus piernas, y había escondido su cabeza entre ellas, meciéndose.

Teresa la miraba extrañada, Alby tenía cara de asesino, y Newt me miró con la cabeza ladeada, tal vez preguntándose qué le pasaba a la Novicia. Me encogí de hombros, igual de preocupada que él: no sabía qué demonios le pasaba.

Y después de eso, un silencio sepulcral se extendió por toda el Área.

—En serio, no te vamos a hacer nada—le dijo Newt, tratando de romper la tensión del momento. Hablaba tan dulcemente que me relajé—. No tuvimos tiempo de presentarnos, ¿te parece bien si lo hacemos ahora? Pero nos tenés que mirar, porque si no, ¿Qué condenado sentido tendría? No sabrías quién es quién. ¿Qué tal te suena? ¿Buena esa?

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora