Me presentan a un idiota

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— ¿Venís, Novicia? ¿O tenés ganas de romper la Regla Número Uno, eh?

— ¿Regla Número Uno? ¿Y esa cuál es?—pregunté, todavía en mi lugar, extrañada. Debía relacionarse con el Laberinto, seguramente.

Newt puso los ojos en blancos y me hizo una seña para que lo siguiera.

— ¿A vos qué te suena, querida?

— ¿Si Newt te molesta, no podés pegarle porque es uno de los líderes, no sé? Esa sí que la rompería sin dudarlo—le respondí, sonriéndole con suficiencia. Puso los ojos en blanco nuevamente y me respondió:

—Justamente esa no es la Número Uno, pero debería ser, no sé, la Número Cuatro o Cinco, ¿no creés? —fingiendo que pensaba, se tomó el mentón con la mano y miró al cielo. Se rio y después se acercó a mí, agachándose un poco para poder mirarme a la cara (cosa que me pareció un poco cruel)—. Ahora en serio, Novicia. La Regla Número Uno: jamás cruces esas Puertas, ¿me captas? No me importa si creés que tenés buenas razones para hacerlo o lo que sea. No lo hagas y punto. Lo llegás a hacer y te va a ir muy mal, porque te vas a tener que comer un castigo de lo lindo, eso si es que no morís antes—agregó, dejándome sin aliento.
¿Morir?

Me miró como diciendo: No hay otra, es eso o... eso.

Asentí. No quería problemas.

—Buena esa. —Se giró hacia Minho y le preguntó— ¿Y vos qué vas a hacer? ¿Venís, shank?

El chico solo se encogió de hombros.

—No tengo nada más que hacer.

Newt le dijo que estaba bien e hizo que lo siguiera.

—Entonces... el chico que vamos a conocer ahora es... ¿qué? —pregunté, porque estar en silencio me ponía nerviosa. Me hacía pensar.

—Gally es el Encargado de los Constructores—respondió él, secamente.

Tenía su mandíbula apretada y parecía un poco irritado, molesto. Como si de verdad no quisiera ir a verlo.

—Veo que no te cae...muy bien.

El chico rubio abrió la boca pero la cerró de golpe. Miró hacia adelante y tardó en responder.

—Gally es un tipo muy... particular. Algunos años atrás tuvo... un accidente —comenzó Newt. Elegía sus palabras meticulosamente, como si no quisiese revelar algo. — Eso lo cambió, pero no para bien —agregó Newt mirando hacia adelante, sin atreverse a mirarme.

— ¿Y qué le pasó?—pregunté, buscando en su rostro alguna respuesta.

—Eso no importa ahora.

Asentí. Había algo turbio detrás de esa historia, que tarde o temprano me iban a revelar.

Caminamos un rato en silencio hasta que pude divisar a un corpulento chico en la distancia, cerca del bosque. Estaba entre unas grandes vigas de madera y una caja de herramientas.

Momentos después nos encontramos al lado del chico, que estaba tan concentrado en su trabajo que no se dio cuenta que estábamos ahí.

Gally era corpulento, más o menos alto como Minho, con pelo negro y grasiento y una nariz deforme, grande y redonda.

Minho se aclaró la garganta.

El chico nuevo levantó la cabeza de golpe y al ver al chico asiático se le contrajo la cara del odio y se puso rojo como un tomate. Estaba yendo hacia él con el puño levantado cuando Newt se puso en el medio, impidiendo que sucediese una catástrofe. Gally tampoco estaba muy feliz de ver a Newt, pero al menos no le pegó.

El Ángel del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora