Parte 3: El tiempo puede esperar

71 6 4
                                    

La calle estaba oscura pero aun así la ciudad estaba transitada. Tao corría por la calle esquivando a la gente, y en sus manos, un sombrero de copa lleno casi hasta arriba de manzanas y cerezas.

- ¡Vuelve aquí, ladrón! ¡Devuelve lo que has robado! - Gritaba la policía tras él.

Tao ignoraba a sus perseguidores, y seguía corriendo por los callejones intentando darles esquinazo, pero no tuvo que correr mucho mas porque en uno de los callejones había una puerta verde y tras ella estaban las personas a las que él consideraba su familia.

- Ya estoy aquí. - Les dijo a todos jadeando.

Ellos lo miraron con preocupación. Tao les dijo que estaba bien, que todo había salido bien y puso el sombrero sobre la mesa.  Los niños se quedaron asombrados porque nunca habían tenido tanta fruta, y los padres de estos, no sabían que decir.

- Tao, no se como agradecerte esto, en serio. - Dijo el padre.

- Papá, no tienes que agradecerme nada. Nunca me han atrapado y nunca lo harán. Y creo que es lo menos que puedo hacer por esta familia que me acogió desde que era un bebé, en lugar de mis padres que decidieron abandonarme a mi suerte. - Dijo Tao con un rostro serio.

- Siéntate hijo, come con nosotros - Dijo la madre.

Tao sonrió y se sentó junto a ella. Cogió una manzana y la frotó contra su camiseta. Al morderla y observó aquella imagen y no pudo contener una lágrima. 

Se hallaban todos sentados alrededor de una mesa, comiendo manzanas robadas, alumbrados por la luz que daban unas velas por toda la habitación acompañadas de la poca luz que dejaba entrar la luna por la ventana.
Eran pobres, pero su corazón era tan grande que el amor pudo dar de comer a Tao durante años mientras crecía. 

Tao mordía la manzana, arrancando trozos cada vez mas grandes debido al hambre que tenían. Cuando todas se hubieron acabado, aún tenían hambre pero los demás fingieron estar satisfechos.

Tao solo había comido una manzana, y los demás dos o tres cada una. Sabía de sobra que tenían mucha hambre pero no la suficiente como para admitirlo ya que de esa manera, Tao se iría a buscar más comida. 

Así que Tao se levantó y dijo: 

- Voy a dar un paseo, no creo que tarde mucho. Iré con cuidado, de verdad. - Dijo sonriendo y tras eso, le revolvió el pelo a su hermana, una niña pequeña con cabello negro azabache, y se levantó para salir por la puerta.

Una vez fuera, se puso la capucha y recorrió las calles por las sombras, observando que la puerta verde no estuviera muy a la vista. La policía ya no estaba, no había nadie apenas en las calles debido al toque de queda. 

Tao se sentía sucio. No solo había robado esta tarde unas manzanas sino que encima, se había resistido a la autoridad y ahora estaba quebrantando el toque de queda. Si lo pillaban, se podía dar por muerto.

Avanzó cabizbajo, con las manos en los bolsillos y el rostro oculto por la capucha. Fue caminando hasta una fabrica de pan. El conocía un truco por el cual girando la cerradura en una posición determinada, podía abrir la puerta, aunque luego le costaba un poco cerrarla.

Tao entró a la fábrica donde, con la esperanza de encontrar aunque fueran unos bollos quemados o duros, solo encontró harina, instrumentos de madera, carbón para los hornos y PUM!.

Tao quedó inconsciente durante un tiempo indefinido, aunque cuando abrió los ojos aun era de noche, pero una luz le iluminaba la cara.

- ¿Por que haces esto, chico? - Le preguntó el panadero.

Sobredosis. (Overdose) | EXO FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora