Capítulo 8

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Andreas regresó a la casa después de un par de horas, sabía que había perdido el control y que había asustado a su esposa, pero no había podido contenerse cuando ella lo había acusado de tener amantes. Sabía que no debería haber pronunciado las últimas palabras que dijo, pero en ese instante había querido herirla de la forma en que lo estaba él, luego de analizarlo con frialdad se había percatado que venía arrastrando aquella ira desde el día de su encuentro con Carver, ojala le hubiera dado un golpe al maldito, así no hubiese descargado su malhumor sobre Sophie. Después de todo, ella no tenía por qué saber sobre los vestidos, nunca se lo había dicho, sólo le había entregado el paquete casi como si fuera algo que hacía por compromiso.

Fue a la habitación de ella para disculparse, la encontró dormida, abrazada al vestido que le había traído de Francia y con rastros de lágrimas en su cara. Andreas se maldijo a sí mismo por hacerla llorar.

Se acercó y le dio un leve beso en la frente, luego se fue a su cuarto, pensando que después de todo Carver tenía razón. Él sólo sabía lastimar a Sophie.

Ella estaba preparando el café cuando Andreas apareció , los dos se miraron es silencio un momento, finalmente fue él quien habló.

-Lamento lo que sucedió anoche, no debí perder el control de esa forma.

- Yo...gracias por los vestidos Andreas, son preciosos. Sé que es tarde para decirlo, pero gracias.

-Me voy a trabajar , nos vemos después –dijo él visiblemente incómodo.

-¿No desayunarás? – preguntó ella.

-Tomaré algo en la oficina...

-Andreas...-lo llamó Sophie.

-Dime.

-Iré contigo al Baile de los Timberlake – dijo ella y él asintió con un gesto de la cabeza. Ambos temían que al decir algo más caerían en una situación desagradable.

Sin embargo, Sophie se sintió aliviada de que él hubiera dormido en la casa y que se hubiera disculpado con ella por lo sucedido. Era totalmente inusual que él se disculpara.

El día del Baile, Sophie se quedó sin aliento al ver a Andreas vestido de gala. Seguramente cuando describían a los protagonistas de novelas, las autoras imaginaban a hombres como él, el esmoquin estaba hecho a su medida y él sabía llevarlo con elegancia, su andar felino le daba un aire peligroso y sensual, y sus ojos dorados hablaban de peligros que ella ni se atrevía a imaginar. Era demasiado atractivo, estaba segura que todas las miradas femeninas se posarían en él aquella noche.

Ella había decidido usar el vestido que Andreas le había traído de Francia, tenía los hombros al descubierto y el corpiño estaba formado por un volado plisado de seda roja, luego el terciopelo de un color bordó aparecía en forma envolvente desde su cintura, cayendo en pliegues , la textura y los colores semejaban los de un pétalo de rosa. El vestido se ajustaba perfecto a su figura, lo que le recordó que había sido elegido para ella, completó el atuendo con los aretes de rubíes que le había regalado la madre de Andreas.

-Te queda muy bien – dijo él que en realidad estaba fascinado por la visión de su esposa.

-Andreas, ¿en qué pensaste cuándo elegiste este vestido? – preguntó ella recordando las razones que le había dado para elegir los demás.

-En que te verías hermosa con él y no me equivoqué – le dijo ayudándola a ponerse el abrigo y la joven no supo como responder al cumplido, salvo sonrojándose.

Al entrar al baile todas las miradas se posaron en ellos, parecían una pareja de cuento, jóvenes y bellos. Andreas era ideal, con su cabello oscuro, sus ojos de felino, sus rasgos cincelados y su cuerpo atlético , por su parte, el vestido rojo de Sophie destacaba sus curvas y la belleza que había adquirido al crecer. Antes había sido sólo una jovencita, ahora era una mujer sobresaliente que emparejaba perfectamente con el joven Charisteas, y más de un hombre quedó deslumbrado al verla entrar.

Rompe tu promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora