Sophie preparó la cena y esperó a Andreas, pero la comida se enfrió y él no regresó a casa. A Sophie le gustaba cocinar, por un lado su abuelo había insistido en que aprendiera y por otro pasaba mucho tiempo en la cocina cuando era niña porque allí había gente que se interesaba en ella. Cuando se casó, decidió que ella se ocuparía de la casa, tres veces por semana venía gente a hacer la limpieza, pero ella se ocupaba de la cocina y de todo lo demás. Aquellas tareas le daban un poco de realidad a su vida, de otra forma hubiera enloquecido con tanto tiempo libre. Recién ese año se había animado a continuar con sus estudios e inexplicablemente Andreas la había alentado.
Lo esperó por mucho tiempo, pero finalmente el sueño la venció y se fue a la cama. Un par de horas después la despertaron los ruidos que anunciaban que él llegaba. Miró el reloj en su mesilla y vio que pasaban de las dos de la mañana.
-Andreas...-lo llamó bajando la escalera.
-Hola Sophie, no quise despertarte. Lo siento.-saludó él y ella notó que parecía muy cansado.
-Te dejé comida, si quieres te la caliento .
-No gracias, tengo acidez , así que sólo me iré a la cama.
- ¿Día difícil?
-Sí, hay un par de cosas que debo resolver y me mantendrán muy ocupado, me temo que también mañana. Así que no me esperes.
-Bien, pero come algo en la oficina, no tomes sólo café. No servirá de nada si te enfermas.
-Sí señora, intentaré comer algo. Vuelve a dormir.
-Sí, buenas noches.
-Buenas noches, Sophie – la saludó él y se quedó unos segundos observando como se marchaba. Llevaba el pelo recogido en una trenza y los pies descalzos. Afortunadamente estaba muy cansado como para pensar, sino aquella imagen lo habría mantenido despierto por un par de horas.
Cuando Sophie se levantó frunció el ceño, Andreas se había vuelto a marchar muy temprano y sin desayunar, al menos no había indicios de que lo hubiera hecho. Y por lo que le había dicho , nuevamente iba a trabajar todo el día. No era una novedad, Andreas era un adicto al trabajo, por eso tenía el éxito que tenía, la fusión de ambas empresas familiares ocurrida tras su matrimonio lo había convertido en el Presidente de uno de los mayores Holdings y él lo había llevado al éxito. Parecía tener el toque de Midas, pero ella sabía que también había trabajo duro detrás de su éxito y que por ello solía descuidarse a sí mismo. A lo largo de aquellos años, ella era quien se había asegurado de que se alimentara bien, de obligarlo a descansar cuando era necesario y de quedarse en casa si estaba enfermo.
Sí, aunque nadie lo creyera Andreas Charisteas también necesitaba que lo cuidaran, aunque ni él mismo lo reconociera y durante tres años ella había cumplido con aquel papel.
Suspiró pesadamente, porque por un segundo pensó que se había habituado demasiado a ese papel, tanto que estaba pensando en que él no podía seguir con aquella rutina. Si seguía con aquel ritmo, terminaría perjudicándose y pronto ella no estaría para evitar que la idea de creerse todopoderoso acabara con él.
Al mediodía , Sophie se acercó a la oficina de Andreas.
-Señora Charisteas –la saludó la secretaria y ella sintió la familiar incomodidad que sentía cada vez que la llamaban así. Se sentía como una usurpadora, llevando un título que no era suyo.
-Buen día, María.¿Mi marido está ocupado, verdad?
-Sí, está en una reunión con unos inversionistas. ¿Quiere que lo llame? – preguntó la mujer con inquietud y la joven imaginó que él había dado la orden de que no lo interrumpieran.
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Rompe tu promesa
RomanceAños atrás cuando se habían unido en aquel falso matrimonio. Andreas había rechazado a su inocente esposa, Sophie, y con su terrible soberbia le había hecho prometer que nunca se enamoraría de él. "Nunca te amaré Andreas" había prometido...